Cony Delantal / El (poco) sabor de Jalisco...

AutorCony Delantal

Híjole, ora sí me pusieron a jalar. Tanto me siguen preguntando por lugares que vendan birria, que no me quedó más remedio que salirme a la calle a hacer talacha. Con mi pose de Discovery Channel y una santiguada en la barriga, me aventuré a hurgar en lo más recóndito del submundo gastronómico que se gesta en la periferia de nuestra gran urbe, para ver si te descubría al menos un vestigio de este ícono típicamente jaliscience.

Pos te tengo una buena y una mala, ¿cuál quieres primero?... Ok, ahí te va la mala (no sé por qué siempre escogemos primero la mala): efectivamente, bad news, porque la birria en Monterrey está más escasa que la vergüenza de Maderito, pero la buena noticia es que te encontré unas tortas ahogadas riquísimas que probé en el camino, siguiendo las escasas pistas y el casi imperceptible aroma que Jalisco nos ha dejado en tierras regias. Bueno, no te voy a presumir que yo las descubrí, ya me las habían platicado, es más, creo que llegué tarde, porque tienen un gentío bárbaro y apenas ando de novedosa.

Y no es más que un carrito (...iba a decir "banquetero", pero ni banqueta hay ahí) que se instala nomás sábados y domingos, ya tardezón por la mañana y sólo hasta el mediodía (al estilo Jalisco), en la mera orillita de un terreno baldío que da a la calle Alejandro de Rodas, frente al Tec Milenio, en esa zona de Cumbres que ya pertenece a Coahuila.

Las tortas están brutales y muy auténticas, a juzgar por lo que yo he probado allá en Guadalajara y los comentarios que escuchas de la propia gente ahí arremolinada.

Ahí dentro de ese diminuto remolque, ves a los esposos tapatíos Carlos y Carmen Segura bailando atareados una auténtica danza culinaria, cual marionetas en teatro guiñol, a ratos ahogados por la propia demanda de sus tortas ahogadas. ¡¿Cómo le hacen?! Yo no logro convivir ni un sandwich de tiempo con mi marido metido en la cocina, mucho menos confinada al diámetro de una parrilla con rueditas que exige coordinación de gimnasta china. Con él pisándome los callos y yo defendiéndome a rodillazos en los meros destos (uuuuy, eso dolió... perdón, mi amorcito), te juro que no serviríamos ni la primera torta. Seguramente, ellos tienen muchas horas de ensayo para no enredarse en sus propios hilos.

Y así, haciendo equipo, te entregan rapidito un plato rebosante de puro amor tapatío.

El secreto de una buena torta ahogada está en el bolillo o birote (como se le llama en Guadalajara), y no hay de otra, ellos lo "importan" de la...

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