Cony Delantal / 1,2,3 por La Escondida

AutorCony Delantal

Ansia, angustia y psicosis, la versión regia de las hermanastras de Cenicienta, que nos quieren tener encerradas en la casa o nos obligan a regresar de cualquier baile no más allá de las 12 campanadas, con el semblante convertido en calabaza y el marido en ratón, pueden pasar a tiznar a su madrastra, porque aquí la vida sigue y, no sé tú, pero yo cada vez encuentro más motivos para sacar a pasear al paladar y al resto de los sentidos.

Agradezco a San Judas Tadeo por gracia concedida (por fin ayer se le levantó el ánimo a mi marido), pero también agradezco a tanto restaurantero echao pa'lante (aunque el término esté muy gastado y mal empleado por algunos farsantes gobiernistas), porque gracias a sus megaresorts de gastroentretenimiento -a los que algunos desganados mentales les da por llamar sosamente "restaurante"- tenemos una razón más para vivir (iba a decir "convivir", pero, dadas las circunstancias, no sonaría tan realista).

Ejemplo de ello es La Escondida, que de eso nomás tiene el nombre, pues acaba de sacar a la luz una sucursalota visiblemente llamativa que ocupa media Plaza O2 de Vasconcelos (remachando que es "sucursal", porque no cierran la original), a donde recomiendo que vayas no más tardar de ahorita, para no quedarle mal a esa fama que tenemos los regios de ser puntualmente montoneros ante cualquier esbozo de novedad.

Al cabo el restaurante es lo suficientemente amplio para alojar a los primeros 300 comensales que lleguen identificándose en la entrada con Visa o Mastercard.

Créeme que las vas a necesitar, cualquiera de ellas o las dos juntas, porque no cabe duda que el lugar tiene muchísimos atributos, pero "barato" no es uno de ellos.

Me encantó que maneja hasta 4 diferentes escenarios ambientales entrelazados dentro del mismo restaurante y bajo la misma dirección de cocina, como los Blurays de ahora, que incluyen finales alternativos para que decidas el rumbo de tu película.

Te puedes sentir "la dama de hierro" en la solemnidad de su elegante comedor o experimentar una traviesa explosión de emociones en la intimidad de su terracita (y para ideas chécate en mi Twitter la escena en el restaurante de la cinta "When Harry met Sally"), darle gusto a tu pareja en la informalidad de un patio con pantallota futbolera, o si es martes de amigas, compartir con ellas los entuertos y la comidilla al estilo "Sex & the City" en la algarabía de su atractivo bar.

Dado que yo ando cargando con un marido en formato VHS (cuyas siglas hasta...

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