Los años convulsos

AutorAbraham Vázquez

Con las noticias del triunfo de la Insurgencia en 1821, el último comandante militar de la región del Nuevo Reino de León, Joaquín de Arredondo, dejó el cargo con el sabor amargo de la derrota.

Español, monárquico y aristócrata -su padre fue Virrey del Río de la Plata-, Arredondo había combatido como pocos -¡y con qué éxito!- a favor de la causa realista: participó en la captura de Hidalgo, Allende y Juan Ignacio Ramón en Acatita de Baján; capturó al Padre Mier en su fallido desembarco en Soto La Marina; decomisó la primera imprenta del noreste e impidió que la insurgencia incendiara los territorios del norte entre 1814 y hasta 1821.

Pero en el nuevo tiempo sus medallas de guerra le estorbaban. El último capitán de las llamadas Provincias Internas de Oriente -ahora Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y Texas- salió rumbo al exilio en La Habana.

Y en medio del fervor de la victoria por la Independencia, los monárquicos y nostálgicos del viejo régimen sabían que con él se iban los siete años de paz en la región.

Dicen que sin dolor, no hay parto. La salida de De Arredondo del poder marcó el alumbramiento de Nuevo León, un episodio que inició el 3 de julio de 1821 cuando Gaspar López se adhirió al Plan de Iguala y concluyó en 1825 con la redacción de la primera constitución estatal.

Pero si durante los años duros de la guerra los regiomontanos apenas habían conocido el temporal violento que agitaba al resto del País, ahora se darían cuenta de que vivir en un sistema republicano no era tan fácil como se pensaba. El ánimo de guerra ya rondaba en el ambiente.

SE VIENE LA GUERRA

Los vientos de guerra llegaron a Nuevo León por el norte, apenas una década después de haberse constituido como Estado.

En 1835, el antiguo territorio de Texas, que junto con Coahuila habían formado un solo Estado, inició su proceso de separación de la joven República Mexicana. La guerra tuvo dos momentos: uno de 1835 al 1836 y otro de 1842 a 1844.

En estos periodos, los nuevoleoneses tuvieron que apoyar al Ejército Mexicano con mulas, alimentos y provisiones. Un grupo de personajes prominentes de la época desembolsaron hasta 7 mil pesos a la causa mexicana.

El Gobernador Juan Nepomuceno de la Garza Evia fue el encargado de coordinar el esfuerzo entre los vecinos y las autoridades locales.

En ese periodo, también se vivieron en el Estado revueltas federalistas y la capital estuvo bajo asedio constante por las tropas de Juan N. Cortina.

Las tensiones y conflictos no...

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