Conservan juguetes emoción añeja

AutorJessica Castañeda

La emoción de aquella Navidad, en la que bajo un montón de papel colorido y cinta había el juguete que habían soñado, está todavía viva en su rostro y su memoria a pesar de las décadas.

Un muñeco de plástico, un caballito de madera o un juego de metal armable son todavía el orgullo de tres personas -como tantas otras en la Ciudad- a quienes une su afición por sus juguetes y por los recuerdos que éstos provocan.

Un recuerdo de su abuelo

Uno de los juegos que podía tomarle horas a Secundino Lazo era pretender que era un comerciante como su abuelo Francisco, avecindado en Lampazos.

"Me quedaba unos días con los abuelos y jugaba 'al comercio'. Es uno de los recuerdos que tengo y que de alguna manera se le quedó a mi abuelo porque en una Navidad me regaló una caja registradora", comenta.

El juguete, que en realidad es una alcancía, muestra ya cómo ha pasado el tiempo; sin embargo, aún suena su campanita y cuenta las monedas que se le van poniendo.

Secundino tenía unos 4 años cuando recibió este obsequio, hace más de medio siglo, pues su abuelo pensaba que se dedicaría a lo mismo él. Hoy su nieto, Eugenio, de apenas 3 años, muestra su gusto por la misma actividad: ya tiene un carrito de súper y ha dicho que quiere ser comerciante.

"Los quiero tanto (a mis juguetes) que ahora ya no son míos, ahora forman parte de la colección de mi nieto", comenta orgulloso Lazo a la vez que muestra un caballito de madera con todo y jinete.

Este juguete de cuerda, hecho con madera en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, todavía galopa al girar la llave.

"Debíamos de promover la magia de Santa Clos y del Niño Dios, porque en el momento que dejas de creer en eso dejas de ser niño y comienzas a ser adulto", comenta Secundino, para quien su mamá guardó en baules sus juguetes.

Su esposa, Leticia, también tiene aún una pequeña muñeca de sololoy y otros juguetes que tiene expuestos en el Museo de Higueras.

"Este material se llama celuloide, y después le llamaron sololoy", comenta, "las tías y las primitas acostumbraban regalárselos entre ellas y luego era una delicia pasar las tardes con una tía que tuviera máquina de coser, juntando retazos de tela para hacerle los vestiditos".

Los juguetes de Secundino están ya en posesión de Eugenio, quien los cuida con celo y seguramente también los guardará como recuerdo de su abuelo.

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