Conjuga ciencia y experiencia

AutorMaría Luisa Medellín

Fotos: Miguel Ángel Chávez

El consultorio del pediatra neonatólogo Rogelio Rodríguez Bonito luce una gran cantidad de Mickey Mouse de todos tamaños, materiales y colores, obsequio de sus pequeños pacientes, quienes con ayuda de sus padres le llevan hasta corbatas con la imagen del simpático personaje.

"He de tener más de 100 (corbatas)", ríe afable y señala la que lleva puesta.

Relata que todo empezó hace unos 20 años, cuando un niño le trajo de Disneylandia al ratoncito emblemático de aquel parque de diversiones, y él lo colocó encima de su escritorio. Desde entonces, otros chicos y sus papás han sumado nuevos elementos a su colección.

También le entregan dibujos, cartas, y cuentos, algunos en los que él aparece como héroe, curándolos. Son tantos que ya no hay espacio para colgarlos en los muros, pero los conserva en el expediente de quien los realiza, y a la siguiente consulta le muestra al niño o niña los que acumula de su autoría, entre halagos y gestos de admiración.

Rogelio, menudo, canoso y de lentes, combina el trato cálido de un abuelito y la seriedad de un experimentado profesional con 46 años en la especialidad.

En muchos casos, los papás de los menores que atiende también fueron sus pacientes, unos son hijos de colegas y aún acuden a él para consultarle sus malestares.

"Yo quise ser doctor desde niño", lanza el médico entrelazando las manos. "Mi tía Lucita decía que yo hablaba de chamaco con los árboles y decía que los curaba.

"En la secundaria empecé a tomar cierto interés por la medicina, en la prepa igual, y como nada más había las opciones de: arquitecto, licenciado, ingeniero, contador o médico, no eran tan difícil escoger carrera", enumera y ríe enseguida.

Frente a su escritorio, sentado en una silla giratoria de piel café, cuenta que a punto de concluir su entrenamiento como médico interno en la Facultad de Medicina de la UANL, pensó en continuar con la especialidad de traumatología y ortopedia, pero en la última rotación de ese año lo asignaron a pediatría.

"Entonces, dije: de aquí soy. Me identifiqué con los niños. Llevé tres años de residencia en pediatría, y dentro de ese terreno me interesó atender a los recién nacidos".

En esa época el Hospital Universitario era un campo virgen, no había la especialidad en neonatología y Rogelio se dio a la tarea de crearla y convertirse en neonatólogo en el camino.

"Eso fue en 1969, y lo hice por la necesidad de sacar adelante a tantos bebitos con problemas de salud. En el DF ya...

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