Condoleezza Rice/ Por qué sabemos que Iraq miente

AutorCondoleezza Rice

Siete semanas después de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad una resolución en demanda -una vez más- de que Iraq revelara y terminara con todos sus programas de armas nucleares, químicas y biológicas, resulta apropiado preguntarse: "Finalmente, ¿ha decidido Sadam Hussein desarmarse voluntariamente?".

Desafortunadamente, la respuesta es un "no" claro y resonante.

No hay ningún misterio en el desarme voluntario. Los países que deciden desarmarse llevan a los inspectores hasta los sitios donde están y se producen las armas, ofrecen información antes de que se les planteen preguntas, declaran pública y frecuentemente su intención de desarmarse e instan a sus ciudadanos a cooperar.

El mundo conoce, a través de los ejemplos de Sudáfrica, Ucrania y Kazajstán, qué ocurre cuando un Gobierno decide que renunciará, de una manera cooperativa, a sus armas de destrucción en masa. Los elementos comunes esenciales de estos esfuerzos incluyen un compromiso político de alto nivel con el desarme, iniciativas para desmantelar los programas de armas y cooperación y transparencia totales.

En 1989, Sudáfrica tomó la decisión estratégica de desmantelar su programa secreto de armas nucleares. Destruyó su arsenal, consistente en siete de esas armas, y más tarde se sometió a la verificación rigurosa de la Agencia Internacional de Energía Atómica. A los inspectores se les ofreció acceso total a todas las instalaciones nucleares (en operación y clausuradas) y a la gente que trabajaba allí. Se les presentaron también millares de documentos que detallaban, por ejemplo, la operación diaria de las instalaciones de enriquecimiento de uranio, al igual que la construcción y desmantelamiento de armas específicas.

Ucrania y Kazajstán exhibieron un patrón de cooperación similar cuando decidieron despojarse a sí mismos de las armas nucleares, de los proyectiles balísticos intercontinentales y de los bombarderos pesados heredados de la Unión Soviética. Con la ayuda significativa de Estados Unidos, aceptada con entusiasmo por ambos países, el desarme se realizó ordenada, abierta y rápidamente. Las ojivas nucleares se devolvieron a Rusia. Los silos de los misiles y los bombarderos pesados fueron destruidos o desmantelados, en una ocasión en una ceremonia a la que asistieron los jefes de la Defensa norteamericano y ruso. En un caso, Kazajstán reveló la existencia de una tonelada de uranio sumamente enriquecido, y pidió a Estados Unidos que lo sacara de allí...

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