Y el Cocodrilo... ¿dóndeee?/ La hora de la cuenta

AutorGermán Dehesa

Sydney.- La Olimpíada número 27 de los tiempos modernos está llegando a su final. A mí nadie me pide mi opinión, pero yo me permito manifestar que aquí en Sydney hubo de todo: desde la ya enfadosa "supremacía estadounidense", hasta cuestiones tan extravagantes como la melodramática y publicitada fuga de la Perec; la pública confesión de Ian Thorpe y Michael Klim de que son pareja y de que dedican la mayoría de sus ingresos a obras de beneficio social (declaraciones que en México hubieran provocado su fulminación pública y que los australianos tomaron con toda naturalidad); el enigmático caso de la atleta Taylor que olvidó su medalla de plata en un taxi; los natatorios relevistas australianos que, por primera vez en la historia y después de haber sido amenazados por los gringos de que los iban a despedazar como si fueran guitarras viejas, les ganaron y se dirigieron a recibir sus cuatro medallas de oro con mímica de guitarristas; la humillante derrota de los beisbolistas cubanos frente a los estadounidenses; la sorprendente actuación de los nadadores holandeses, las cinco medallas de Marion Jones (cuyo marido nos resultó dopadicto) y las no menos sorprendentes seis medallas de los mexicanos.

Detengámonos en este último punto. Si pensamos en un país de casi 100 millones de habitantes, las seis medallas nos deben parecer poco. Son poco. Si pensamos en los resultados de las últimas Olimpíadas, las seis medallas lucen gloriosas. Algún término medio tenemos que encontrar para valorar correctamente la actuación de México en esta Olimpíada. Para...

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