La ciudad de los relojes

AutorFernando Toledo

GINEBRA, Suiza.- Llegar tarde a una cita en Ginebra es pecado mortal. Suiza es el país de la puntualidad, también es sede de algunas de las firmas más reconocidas de alta relojería de todo el mundo, desde Omega hasta Rólex pasando por Breitling y Patek Philippe. Y sin olvidar a Swatch.

Pero esta ciudad a la orilla del Lago Lemán ostenta un hermoso reloj de flores (llamado L'Horloge Fleurie), sincronizado vía satélite y con una decoración que cambia cada temporada. Y por todos lados hay imponentes torres con relojes que marcan el tiempo desde hace centurias.

"Llegar a la hora aquí es un símbolo de educación y de no jugar con el tiempo de los demás, por lo que es una cosa muy seria. Me costó un poco acostumbrarme, pero después ya todo fluye", comenta Alicia, una venezolana que reside desde hace varios años en la ciudad y trabaja en un banco internacional.

Así que para no perder las horas en Ginebra, hay que planear cómo recorrerla: en la ribera izquierda del río se localiza el Casco Antiguo, con espléndidas casas, monumentos e iglesias, tranquilas plazas y tiendas con mucho estilo. En la ribera derecha, dominan los elegantes hoteles y los restaurantes con varias estrellas.

Y hay que hacer tiempo para visitar la Grand-Rue, una de las calles más antiguas de la ciudad y donde nació el filósofo Jean-Jacques Rousseau. Esta arteria se distingue por sus antiguos y pequeños cafés para degustar la tradicional pastelería de la región o, simplemente, para sentarse a contemplar a la gente que luce lo último de la moda como en una divertida pasarela y que, obviamente, va consultando la hora en sus modernos relojes o celulares.

Tampoco hay que perderse el barrio de Pâquis, a donde han llegado muchos migrantes que han dado gran ambiente con restaurantes y bares de sabores internacionales, especialmente turcos y de Asia. Durante el verano, los turistas acuden a esta zona para darse chapuzones en el lago o para comer un rico fondue, dos de las mejores formas de pasar el tiempo por acá.

Otra increíble manera de recorrer la ciudad resulta a bordo de un "mouette", o taxi acuático, que lleva de una orilla a otra, incluso se puede tomar también un crucero por el plácido lago. Todo, muy a la suiza: sincronizado y puntual.

A PASEAR POR LOS ALREDEDORES

Una vez que se ha recorrido el centro histórico de Ginebra, hay que invertir algunas horas para visitar las montañas cercanas, que cuentan con teleféricos que regalan las mejores panorámicas desde las alturas.

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