Ceramista de la filosofía

AutorTeresa Martínez

Hace 35 años, Cristina Brittingham cambió su manera de ver a la cerámica y comenzó a formar su propio lenguaje: formas orgánicas y figuras humanas que hablan de la vida del hombre y la naturaleza.

Su camino artístico comenzó cuando conoció a la escultora checoslovaca Gerda Gruber en el taller experimental de la extinta empresa Cerámica Regiomontana, S.A., propiedad de su padre, el empresario Juan Brittingham.

Eran inicios de los 80 cuando Gruber buscaba un espacio con hornos lo suficientemente grandes para producir una serie de esculturas.

Durante sus estancias en la Ciudad, la escultora impartió clases, formando a una generación de ceramistas, entre ellos a Cristina.

"Gerda Gruber ha sido mi maestra y mi mentora en todos estos años", comparte agradecida la artista sampetrina, cuya trayectoria será homenajeada en la exhibición "Una voz para el camino", que abrirá el miércoles a las 20:00 horas en el Museo El Centenario.

La influencia de Gruber es notoria cuando Brittingham emplea formas orgánicas que abstraen la naturaleza. Sin embargo, ha forjado su propio estilo, conceptualización e ideología que la alejan de ser una mimesis de su mentora.

La cerámica precolombina y las figuras orientales forman parte de su bagaje visual.

"Me ha interesado mucho la filosofía. Siento que la tarea del artista es pasar mensajes sobre lo que estás viendo a tu alrededor, a tu entorno", explica la...

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