Celina Canales / #RepresiónenVenezuela

AutorCelina Canales

"Queremos paz sin atracos y secuestros. Queremos paz sin pobreza", se lee en un póster dejado donde Roberto Redman, un piloto aéreo que ejercía el periodismo ciudadano, cayó muerto al recibir una bala en la cabeza durante las manifestaciones del 12 de febrero.

"Bueno señores este q esta aqui sale a marchar mañana sin miedo de nada con la esperanza de encontrar un mejor futuro", fue el último comentario del estudiante Bassil Alejandro da Costa, tal cual lo posteó en Facebook, antes de que también falleciera ese mismo día de un tiro.

Por WhatsApp, el servicio de chat que Facebook acaba de comprar por 19 mil millones de dólares, Jorge Ignacio Nevett, un amigo venezolano, me envía un video escalofriante de 16 segundos donde sale la muerte de Da Costa. Estudiantes alrededor del cadáver. Caos. Uno gritando, los ojos abiertos en pánico, "¡lo mataron, lo mataron!".

Facebook, Twitter, WhatsApp. Las redes sociales han jugado un rol primordial en Venezuela, donde la muralla mediática tiene a sus ciudadanos vendados de lo que acontece en su mismo país.

La experiencia venezolana nos puede dar una lección en México de lo que sucede cuando se cae en populismos, radicalismos y se limita la libertad de expresión.

"¿Cómo está la situación en tu país?", le pregunté en una llamada telefónica llena de interferencia a Raúl Stolk Nevett, abogado y bloguero venezolano de 34 años.

"Ustedes son los que nos cuentan a nosotros", respondió. "La censura es brutal".

Dice que si nunca has estado en Caracas y sales durante la mañana, te podría parecer que todo es normal. La vida continúa. La gente sale a trabajar, los niños a los parques.

Pero si conoces Caracas, lo primero que notarías es la ausencia de su terrible tráfico. Y claro, al llegar la tarde y la noche ya es otra historia.

"Vivimos en una sociedad bipolar", me dice. "El sábado pasado había una fiesta a tres cuadras de mi casa. Escuchaba su música y al mismo tiempo las detonaciones de las protestas. Te acostumbras".

Te acostumbras. Sus palabras me sonaron a lo que pasa con la violencia y el narcotráfico en México, donde nos hemos anestesiado frente a las muertes que siguen sucediendo. Aprendemos a vivir con la inseguridad en lugar de luchar por erradicarla.

Me cuenta Raúl que el viernes pasado se acercó a una manifestación pacífica que pronto se tornó violenta. Tragó gas lacrimógeno. Desde eso ya no ha participado en las protestas, pues tiene una hija de 3 años y medio y otra en camino. Su prioridad es su...

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