Caso Colosio: Un lugar en el olvido

AutorRoberto Zamarripa

TIJUANA.- Don Agustín Pérez, bajito pero de vozarrón apropiado para un eterno líder de los colonos, camina por el cemento como si le disgustara lo parejo y frío del piso.

"Iba por aquí, con una señora que tenía un equipo de futbol: Los Halcones. Le íbamos a pedir a Luis Donaldo Colosio todo lo necesario para el equipo de futbol", cuenta como si hubiera sido ayer y no hace seis años con tantas pistas sueltas, tanta confusión y las sospechas permanentes.

El piso, no le gusta el piso. Tanto que interrumpe su relato y gira para señalar a distancia, hacia la banqueta: "Es que ése es el piso original". Tierra y piedras no sepultadas por el remozamiento de la plaza de cemento pintado de verde, seis escalones, una base de dos metros y erigido en metal un Colosio enorme, con la camisa arremangada y un pegote del PRI que alguien puso en la bolsa, cerca del corazón.

Abajo una cruz que dice en horizontal y verde Colosio, y en vertical y rojo Democracia. En la cruz, la o intermedia de Colosio y la de democracia son una sola. Hay cuatro veladoras viejas y unas flores secas. Es la plaza de la unidad y la esperanza. Construida a partir de propuestas del Colegio de Arquitectos de Tijuana, con recursos de Sedesol. Aunque dicen que la estatua, que parece un icono soviético, de Colosio, la pagó Jorge Hank Rhon.

Hay más plaza que casas. El contraste entre el aplanamiento del lugar del asesinato y el paisaje sombrío de los vecinos sólo acrecienta las distancias entre las bases y la dirigencia. "Si Sedesol nos hubiera dado el dinero, hubiéramos hecho una plaza más bonita, aquí con el Ejército Popular del Trabajo de la Coalición", reclama Agustín, quien abre sus manos como si esperara a que cayera algo del cielo y exclama: "Es que las manos de uno tienen mucho valor".

Agustín, de más de 60 años de edad, es el líder de la Coalición de Colonos AC, que, en su dicho, llegó a tener de 10 a 15 mil agremiados, y ahora sólo tiene mil 500. Es el dueño del salón de reuniones, un garage amplio con sillas blancas, casi grises, de plástico, para cuando haya asamblea. Hay huellas de que hace mucho no sesionan. Al fondo un enorme póster de la malograda Margarita Ortega. En la entrada dos mesas repletas de zapatos de dama usados. Bajitos, de tacón, amarillos, plateados.

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