Carmen Aristegui F. / País en guerra

AutorCarmen Aristegui F.

Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, se dijo sorprendida y alarmada por las cifras de violencia con las que se encontró en su visita a México esta semana.

No es para menos. Cuarenta mil desaparecidos, 26 mil cuerpos sin identificar y, por lo menos, una decena de mujeres asesinadas cada día son los indicadores reconocidos oficialmente, más los 34 mil muertos en el 2018 que registró el Índice de Paz México 2019 presentado, de manera simultánea a esta visita, por el Instituto para la Economía y la Paz, ONG internacional con sede en Australia, del cual seguramente también fue enterada.

El dato global del que disponía Bachelet para dar su mensaje era el de 252 mil 538 personas asesinadas desde el 2006 a la fecha. Un horror, para decirlo claro, con lo que se topó la Comisionada.

Las cifras de violencia en México son propias de un país en guerra, dijo Bachelet, y obviamente le asiste la razón.

El Presidente López Obrador usó la misma palabra: guerra. Llevamos años utilizando la expresión, casi hasta verla con naturalidad.

La guerra que se emprendió para combatir la inseguridad y la violencia en los sexenios pasados ha trastocado los ejes fundamentales de la convivencia pacífica en porciones muy grandes del territorio nacional.

La apuesta de López Obrador es una mezcla de ingredientes que van desde atender las causas que dan origen, en parte, al problema con la generación de becas, empleos y atención a los jóvenes, hasta fortalecer valores culturales, morales y espirituales.

Con ingenuidad, con audacia o entrometiéndose donde no le toca -según se vea- plantea una suerte de recambio cultural como parte de su estrategia de pacificación, "que ya no predomine la idea individualista, egoísta, de que lo importante es tener dinero; que ya no sean los bienes materiales lo principal; acabar con el lujo barato y buscar mejores condiciones de vida para que exista en realidad un bienestar del alma".

La distribución masiva de la "Cartilla Moral" de Alfonso Reyes o la nueva que se encuentra en proceso de consulta, obviamente, no alcanzarían para lograr esta reconversión en la escala de valores de la sociedad o de parte de ella a la que aspira López Obrador.

Más allá de consideraciones morales o modelos de vida como los que sugiere el Presidente, el gran desafío es instalar en México una cultura de la legalidad y un nuevo paradigma de rechazo...

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