Carlos Monsiváis / Estampa de ensoñación

AutorCarlos Monsiváis

The Impossible Dream

Desesperación. Esa es la palabra definitoria en la vida de Deyanira Gutiérrez, una adolescente clásica, pero no típica. A punto de alcanzar los 15 años de edad, "la edad de las desilusiones" como afirma, la desespera un requisito de la bobería y el candor de los padres de familia: la "presentación en sociedad". ¡Qué estupidez! ¿Qué sociedad vale la pena reconocer y por qué someterse a sus prejuicios prementales y sus cursilerías en serie? Al diablo con las supersticiones tribales, las mitologías de la Autoayuda, y los autores del tipo de Carlos Cuauhtémoc Sánchez (el Freddy Krüger favorito de Miss Deyanira, una especie de Jason de Halloween). Todo el asunto le despertaba afanes de contienda. ¡Dioses del Olimpo! Temblaba al imaginarse el discursito de su papá (que se jactaría de sus inyecciones de virtud y decoro), a su mamá protegida de su llanto con toallas, a las bromas recién memorizadas de sus hermanitos, a los amigos haciendo la Ola, a la expresión sádica de los parientes, el hielo seco, el disco de "El sueño imposible", el padrino borrachísimo que arrastraría sus zapatos al emprender El Danubio Azul. ¡Aggh! La exasperaban los convencionalismos, y le afligía el gastazo de sus padres, que con ese dinero bien podrían comprar una primera edición del "Ulises" de Joyce, la Encyclopedia Britannica y quien quita si el manuscrito de la "Crítica de la razón pura". (Tomó notas para su ensayo sobre pretensión y clases medias).

La oposición al baile fue en vano. La madre desgarró sus vestiduras (no tan metafísicamente), el padre gritó cuando ella se burló de esos rituales ridículos que hacen de las quinceañeras unos seres bobos ansiosas de verse comparadas con una rosa de 15 capullos, cuya apertura regocija al jardín. No, papá, argumentó sin éxito, hoy las quinceañeras navegan en internet y dan cursos de sexología, y tu hija, yo, Deyanira, trabaja en una refutación de Lacan y en la teoría de las pulsiones. Nada de pétalos y sedas, por piedad. No la convertirían en otra víctima de las cursilerías del Salón Pulidas Gemas del Tepeyac...

Todo inútil. Los padres la sobornaron con un boleto para Europa Cultural, y ella se amparó en el cinismo. Pero la resignación sazonó la venganza, y definió la estrategia. De inmediato aparentó el júbilo de las quinceañeras a la antigua, asistió con puntualidad a los ensayos del primer vals, obtuvo la complicidad de varias amigas (fascinadas) y de amigos (divertidísimos) por razones que no le...

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