Carlos Monsiváis / Las dos Navidades

AutorCarlos Monsiváis

La Navidad, la gran fiesta familiar de Occidente, es la reunión que no se puede evadir, la ocasión del humor negociable y el amor a borbotones, la hora de los reencuentros, el refrendo del buen ánimo y la exhibición del espíritu caritativo. En Latinoamérica, la Navidad ha sido una de las fechas de la inmersión en las costumbres, con las cenas tan opulentas como se puede, el duelo entre los nacimientos y los arbolitos, los servicios religiosos de la felicidad de las evocaciones, la utopía de pronto volver a reunirse (no es cualquier cosa darle la oportunidad de verse a los inseparables).

El positivista Augusto Comte decretó lúcidamente: "Sólo se destruye lo que se reemplaza"; y en siglo y medio si lo esencial (la fe) persiste, las tradiciones sí han sido objeto de reemplazo incesante. En el diario El Siglo XIX del 31 de diciembre de 1842, Guillermo Prieto comienza su crónica navideña algo exaltado: "Afílate, pluma mía, es el 24 de diciembre, bulliciosas las campanas anuncian la misa: misa de aguinaldo. A la misa", y refiere la nueva decoración del lugar sacro: "...pueblan la iglesia con original devoción: capas y monteras, tápalos de lana y babuchas, frazadas y paños, todo matiza el templo del Señor". Y el jolgorio se impone: "Escúchase el grave confiteor Deo, anuncia un silbato intruso de carrizo el incarnatus, y luego con regocijo del público, fervor de los circunstantes y júbilo general, rompen los festejos bandolones; el bordón del bajo insurrecciona al mundo filarmónico, la tuba infantil hace resonar sus pitos, agita entre las manos sus sonajas y panderos, y se comunica con el cristiano auditorio cierto espíritu mundanal que alegra y rejuvenece a la multitud.

"Al compás de algún retrechero sonecillo inicial, el acólito sin incensario; también los sobrepellices y todos con las caras festivas, recordando acaso las pautas y el brío saleroso con que en otro lugar diestros bailarines corresponden a los compases que se tañen".

Entre las diferencias notorias de lo de antaño y lo de hoy se halla el motivo pregonado y real de alegría. Este, todavía en las primeras décadas del Siglo 20, es el nacimiento del Señor; ahora en la gran mayoría de los casos, se festeja en Navidad a la Noche Buena, lo que da gusto porque ya ocurrió y seguirá verificándose, todo así de reiterativo. Los sentimientos religiosos se conservan tal vez algo diluidos, pero el objetivo del acto sí varía. Por ejemplo, Prieto describe una situación idílica: "Sea la predisposición...

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