Cargan peso de la violencia

AutorDaniel de la Fuente

A diario les toca lidiar con la muerte.

Para ellos es común llegar a sitios en los que no hay autoridad y cuando, incluso, los delincuentes aún sostienen enfrentamientos a sangre y fuego.

Son los forenses y los paramédicos, hombres y mujeres, muchos voluntarios, cuya labor humanitaria ha cobrado un papel determinante en la guerra que el crimen organizado ha desatado en Nuevo León y que, hasta anoche, había dejado la cifra récord de 961 muertos en lo que va del año, muy por encima de los 610 crímenes de todo el 2010.

Durante dos semanas y tras una capacitación básica, en la que se acordó no intervenir en acciones vitales, un reportero de EL NORTE acompañó como voluntario durante jornadas completas a paramédicos de la Cruz Verde de Monterrey y a elementos del Servicio Médico Forense.

Con ellos atendió reportes a cualquier hora del día y la noche. Lo mismo acudió a choques y atropellos leves que a reportes de baleados, fosas clandestinas y tiroteos, un poco de lo que a diario viven estos rescatistas, héroes anónimos.

Se estima que, en lo que va del año, el Servicio Médico Forense, subrogado por la Procuraduría estatal a la Cruz Verde, ha realizado más de 2 mil 700 traslados en Nuevo León, cifra que incluye no sólo víctimas de la violencia, sino también ha muertos naturales, por enfermedad o accidentes.

A su vez, los paramédicos de la Cruz Verde han acudido, en el mismo lapso, a poco más de 10 mil 100 llamados de diversa índole.

Aunque ambas corporaciones atienden también casos que no están vinculados con el crimen, son las víctimas y los hechos de la delincuencia organizada los que más los marcan.

Les han bajado de manera forzada pacientes o cadáveres de sus vehículos, los han perseguido y hasta impedido brindar su servicio.

También se han visto perturbados ante el hallazgo de fosas comunes, descuartizados y decapitados, convirtiéndose en testigos de cómo ha escalado la manera en que se perpetran los crímenes.

Muestra de esto es la reciente masacre del 8 de julio, cuando un comando acribilló a 20 personas en el bar Sabino Gordo.

"Nunca había visto algo así aquí, (era) un pin... infierno", citó un forense a su compañero, que trabajó bajo presión debido a que siempre que llegan a un lugar así hay la zozobra de que los asesinos regresen.

A ellos les tocó reunir a los muertos en los únicos tres vehículos del Servicio Médico Forense con los que cuenta el Estado, los cuales salieron custodiados por federales y soldados, como se ha vuelto una...

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