De candidato a Presidente (IV)

AutorGuillermo Rivera

EL NORTE

Ultima de cuatro partes

Está Vicente preocupado por su champú de pelo. Lo dejó en el rancho y es el único que le funciona. Le pide a Martha Sahagún que se lo consiga o que pregunte dónde comprar uno igual.

Ahí está Martha hablándole a la hermana de Vicente, a San Cristóbal. Para que corra al baño y le empaque el champú.

Es la casa de Reforma 607. Deambula por ahí Felipe Zavala, que no se acostumbra a la compañía del Estado Mayor.

Ana Cristina y Paulina, las hijas de Fox, andan de auxiliares. Sacan copias, engargolan, verifican con los cocineros cuál será el menú del día. Parece que Vicente comerá con cuatro personas. Tienen el nombre sólo de tres, porque Lino Korrodi no se acuerda cómo se llama el cuarto. ¡Ay, este Lino tan desmemoriado!

Las secretarias se pelean los teléfonos, el fax, la computadora. Contra lo que pudiera pensarse están apretadas las oficinas. Una casa normalita, eso sí de Las Lomas.

Pedro Cerisola de plano evita contestar una llamada más; está inundado el edificio de ellas. Todos quieren llamar. Todos quieren estar. Este País cambia de estafeta, pero la gente se sigue comportando bajo los esquemas de la inercia. "Muera el Rey, viva el Rey".

Al menos, por ahora, Fox parece el mismo que antes. Sale de una de sus juntas y saluda con la cabeza. "Quihubo", dice. Normal como siempre. A pesar de que ya lo cuidan decenas de guardias y hay dos parados en su puerta. Como si tuvieran que evitar hasta que entren las hormigas.

Vicente anda mejor cuidado. Aún así no quiere usar el chaleco blindado. Nunca lo ha usado.

Por ahí pasa Juan Hernández. Parece un "Búfalo Bill" citadino, con esa barba breve y güera y esos bigotes afilados, medio revolucionarios, medio académicos. Trae café en la mano. Le gusta sin azúcar.

Fox está con Santiago Creel y unos empresarios lo están esperando. De hecho México lo está esperando.

El contraste es pasmoso. Como sucede, cada seis años, y esta vez tampoco es la excepción, el poder embarga la vida de un solo hombre y causa conmoción en quienes lo rodean.

Es esa sensación imaginaria de estar en la cumbre de una inmensa pirámide azteca, en el vértice único, en el adoratorio de la transición misma, la sede de la alternancia en el poder.

Justo acaba de hablar Alejandro Fernández para invitar a las hijas de Fox a su concierto en Bellas Artes, ara saber a qué hora exacta es que puede mandar un vehículo por ellas.

Las niñas, como las siguen llamando algunos amigos de Vicente, se sonrojan de tantas atenciones. También están aprendiendo a andar frente a los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR