'Ser campeón olímpico te hace guapo'

AutorAdrián Basilio

Felipe Muñoz siempre fue tímido con las mujeres, incluso después de convertirse en el primer campeón olímpico tricolor en natación, en México 68.

Pero esa medalla de oro, ganada a los 17 años en "su colonia", pues vivía a escasas 10 calles de la Alberca Olímpica Francisco Márquez, le permitió tener un "extra" para poder relacionarse con el sexo opuesto. Tenía un estatus que le daba ventaja sobre los demás jóvenes de su edad.

"Creo que ser campeón olímpico te hace guapo, porque no me pelaba nadie y empecé a tener llamadas de muchas muchachas. Lo digo en broma, pero sí es una situación diferente que te da la fama, algo que también debes saber llevar", confiesa Muñoz en entrevista justo en el escenario en el que alcanzó la gloria olímpica.

CON LOS PIES EN LA TIERRA

Sin embargo, esa presea, que fue la primera dorada para México en esos Juegos y que hizo vibrar a una Alberca Olímpica con sobrecupo, el 22 de octubre de 1968, no modificó las cosas en su casa ni con las personas más allegadas a él.

"Gracias a mi mamá, mi papá, mis maestros siempre me decían: 'quieto, ubícate'. 'No te quieras comer el mundo a bocanadas, no te vayas a creer mucho, el mexicano más importante, porque no lo eres', me decía mi mamá (Doña Areti Kapamas). No vayas a pensar que el mundo ya está a tus pies. Hiciste algo bueno, algo bien en tu vida, pero tienes que seguir trabajando', me repetía", recuerda Muñoz, apodado "El Tibio" por susconstantes quejas sobre la temperatura del agua en la que entrenaba.

EL RECLAMO EN EL PODIO

Superar al entonces recordista mundial de los 200 m pecho, el ruso Vladimir Kosinsky, y al estadounidense Brian Job en una Final electrizante le valió, en primera instancia, el reclamo de sus compañeros de podio.

"Cuando me dan mi medalla, la edecán que la traía se acercó y me dio un beso... yo tenía 17 años y me gustaban las muchachas, pero nunca me hacían caso. Llegan a dar la medalla de segundo lugar, al ruso Kosinsky, y en lugar de darle primero la medalla a él va conmigo y me da un beso, ¡y no iba a decir que no! Después, con el americano Brian Job igual: le dan la medalla y el beso a mí, y cuando me felicita Job me dice: 'te felicito, pero hasta mi beso me quitaste', y, ¿pues qué podía contestar?", reseña...

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