Bruno Ferrari/ La última de las oportunidades

AutorBruno Ferrari

Después de lo ocurrido en los últimos meses, creo que a nadie le puede quedar la menor duda de la relativa representación y de la poca o prácticamente nula autoridad de la Organización de las Naciones Unidas en el nuevo orden internacional capitaneado ufanamente con la bandera de la democracia.

El abandono por parte de los Estados Unidos, España e Inglaterra de realizar un proyecto para una nueva resolución que precisara y siguiera adelante con el mandato del desarme, aprobado unánimemente en la ya tristemente resolución 1441, convierte a la ONU en la primera víctima mortal de la tan cantada guerra contra Iraq.

Aquella Organización que se reguló por la carta de San Francisco de 1945, precisamente después de la Segunda Guerra Mundial, le da la espalda a su misión de evitar la guerra, incumpliendo su grave responsabilidad de mantener la paz y la seguridad internacional, siendo éste nada menos que uno de los primeros propósitos que le dieron origen.

Lo cierto es que las marchas multitudinarias en donde millones de personas en todo el mundo se pronunciaron por la paz han quedado atrás. Yo no sé cuánto hayan reflexionado los gobernantes de estas tres naciones sobre las consecuencias de sus actos, yo no sé si éstos verdaderamente se inspiran en la paz, en atenuar las posibilidades nucleares de una nación que ciertamente ya ha demostrado, en otras ocasiones, que se encuentra sobre un régimen dictatorial capaz de utilizar cualquier medio que puede infligir daño a quienes se le oponen.

Yo no lo sé, pero también habrá que cuestionarse los intereses económicos que también hay detrás del supuesto establecimiento de una nación democrática en la zona del Golfo Pérsico. Lo que sí me resulta evidente es aquello que dice que se debe predicar con el ejemplo, y sinceramente todo lo ocurrido me obliga a cuestionarme igual, como deberíamos hacerlo todos, en la posición de los Estados Unidos, indiscutiblemente la nación más poderosa no sólo económicamente sino militarmente hablando, una nación que mantiene un presupuesto para la industria de la guerra superior varias veces al de muchísimas naciones que quisieran tener estos recursos no para la guerra, sino para alimentar y educar a sus pueblos.

No sé si pueda atreverse todavía alguien a negar que la mayor razón de la violencia en el mundo no es otra que la incultura, el hambre y la miseria. No obstante, por alguna razón que ignoro sigue siendo más importante invertir en armas que en libros, sigue siendo más...

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