Bruno Ferrari/ Alejar la violencia

AutorBruno Ferrari

Abro el periódico y no puedo menos que conmocionarme con las noticias provenientes de España. Ayer, a menos de veinticuatro horas de que cuatro terroristas de la ETA murieran cuando la bomba que iban a poner explotó en sus manos, este grupo desató otra cruel y sanguinaria ofensiva contra esta nación.

En la mañana asesinó a José María Korta un empresario que se había negado a pagar el "seguro de vida" que esta organización "expide" a cambio de una generosa cooperación económica con la que financia sus acciones. Pocas horas después un coche-bomba explotó en Madrid hiriendo a once personas, de las cuales al menos una se encuentra en estado sumamente grave. Para finalizar asesinaron a balazos a un oficial del ejército español en la salida de su casa.

El dolor y la aflicción de los españoles ante esta insostenible situación es comprensible, pues desde hace muchos años vienen experimentando en carne propia lo que es sufrir hostigamiento por parte de organizaciones terroristas. Estos con sus acciones mantienen conmocionada la vida del país, pues nadie puede salir a la calle sin el temor de imaginar que de un momento a otro puede estallar otra bomba que lo cercene o asesine ya sea a uno mismo, a amigos o familiares.

Esta situación no sólo se da en España, incluso me atrevería a decir que es un fenómeno mundial. Revise usted los acontecimientos ocurridos en casi cualquier nación y se dará cuenta que durante los últimos años el rugir de las armas y las detonaciones de bombas han sido sonidos cotidianos en países tan lejanos y disímiles como pueden ser Irlanda y las Islas Molucas; Paquistán y Etiopía; Alemania y Colombia o el Líbano y los Balcanes. Eso por no mencionar la violencia habitual a la que todos estamos expuestos y que conforma aún sin quererlo parte de la vida cotidiana de cualquier ciudad. Las películas "Amores Perros" y "Belleza Americana" nos dan una visión bastante cruda pero cierta de esta realidad. Tal parece que hoy los hombres (genéricamente refiriéndome a todos), le hemos tomado el gusto a simplemente matar por matar.

Otro buen ejemplo de esto que trato de exponerle y que está más cerca es lo que sucede en Colombia. Hace unos días regresó a Monterrey un buen amigo que por cuestiones de trabajo estuvo viviendo tres años en ese país. Me contaba que aparte del recibimiento y la buena acogida que le dieron, le gustaría olvidar esta etapa de su vida porque allá conoció de cerca el miedo que penetra hasta lo más profundo del ser humano y...

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