Borges: El alquimista del tiempo

AutorClaudia Ordaz

"El tiempo es la sustancia del que estoy hecho, el tiempo es un río que me arrebata pero yo soy el río, es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre, es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo desgraciadamente es real, yo desgraciadamente soy Borges".

Si habitara algún universo literario, posiblemente elegiría el de Jorge Luis Borges; un universo plagado de símbolos y de frases que son acertijos. Viviría siempre en constante reto intelectual, sumergida en lecturas apasionantes cargadas de ficción. Viviría en espirales o en laberintos con paredes atiborradas de libros, y al final de ese laberinto o espiral se encontraría Borges, un viejo intelectual con bastón en mano, el más universal de todos los argentinos, un viejo ciego y sabio. Agradecería con la educación inculcada por mamá el derecho de habitar su universo, le reclamaría con seguridad la dificultad y el reto que representa siempre leer cada uno de sus textos, le agradecería en el alma su preciosa vocación de ser un hacedor de sueños, de magia, de irrealidades, de arte, de ser un alquimista del tiempo.

Entrar en su universo es como entrar a un universo que son más de dos. Su mundo es una especie de caleidoscopio donde las fronteras entre el sueño y la realidad se desvanecen, donde yo soy otros y otros son yo, donde se padece lo que no ha sido y el presente apenas se evoca, donde la ficción es un artificio, y la ausencia de certezas es un estado cotidiano. Borges construye su literatura alrededor de sus sueños, pesadillas y viajes a la historia de sus antepasados. Se le escuchaba con frecuencia decir: "siempre estoy jugando con el tiempo, pero siempre en el sentido ansioso de la palabra".

Cuando Borges escribe se abre, se desnuda ante los ojos del lector. En sus escritos nos muestra su interés por lo teológico, pues creía en la teología como literatura fantástica, incluso el investigador Luis Harrs decía que Borges era una especie de sacerdote sin iglesia. También sus textos nos revelan su extraña percepción del tiempo y del espacio; ese tiempo que para él es discontinuo, que comprende una sucesión discreta e infinita de instantes individuales. Nos permite ver sus obsesiones acerca del olvido y la memoria, la dualidad del individuo y el sueño. Sus escritos son juegos maliciosos en los que nos va llevando de la mano para luego soltarnos a una realidad aparente y hacernos dudar si lo que hasta ahora nos ha ido guiando está realmente fundamentado o es sólo una...

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