Bienvenidos a Villa Tamal

AutorMarcela García Machuca

Fotos: Miguel Ángel Durán

En esta calle es Navidad todo el año.

Tan sólo unas cuatro cuadras de luz, foquitos, carros, olor a manteca y chile ancho sobre la carretera del pueblo. Negocios grandes y pequeños con gente sentada o de pie comiendo tamales, familias y solitarios los devoran al lado de una coca fría o de un café. Fuera de ahí, las calles paralelas son tan oscuras y sórdidas como la boca de un lobo.

Así de contrastante es Villa de Juárez.

En realidad ya es Ciudad Benito Juárez, porque hace mucho que su población y su estatus urbano rebasaron la definición de villa, pero seguramente la gente prefiere sentir que si va a recorrer segmentos de una carretera vieja para comer un plato típico de su región es porque se trata de un pueblo.

Y aunque en este municipio hay un boom urbano, medido por la construcción de unas mil 800 casas al año, la gente en Juárez sigue siendo muy provinciana, si una muchacha se va a casar, el novio la pide y 30 días después le dan la respuesta.

Desde hace un par de décadas, los regiomontanos identifican a Juárez sólo con la venta de tamales, y no es casualidad que muy pocos sepan que el municipio se especializa también en hacer palapas, pues en sus montes abunda la palmilla, o que tiene un par de maquiladoras transnacionales. Estas actividades palidecen ante las 30 toneladas de tamales que se producen a la semana, es decir, unos 900 mil de esos bultitos de masa alargados, rellenos de carne, frijol, pasas, pollo o queso, envueltos en hojas de maíz.

Y no cualquier pueblo mexicano tiene una tienda de tamales en la que contesta un conmutador digital con las opciones de ventas, pagos, compras, administración, autoservicio, fax, sugerencias y operadora.

La Avenida Benito Juárez de Guadalupe se convierte en la Carretera 40, Monterrey-Reynosa, construida hace medio siglo. Al llegar "al pueblo de la manteca", como le llamaban a Ciudad Benito Juárez décadas atrás porque había muchas marraneras, empiezan los disparos de mercadotecnia tamalera: anuncios por todas partes, unos más espectaculares que otros, algunos incluso gigantes, más grandes que los locales o que el fragmento de cielo rosa que se ve entre los postes de luz cuando se maneja hacia el oriente de Monterrey a eso de las cinco de la tarde.

A esa hora hay dos tipos de flujos. Si es día festivo o fin de semana, los carros regresan de la Presa de la Boca, Villa de Santiago y la Cola de Caballo y son capturados por los negocios de tamales que están en la acera...

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