Bernardo Sepúlveda Amor/ México en el Consejo de Seguridad: Los intereses de la política exterior

AutorBernardo Sepúlveda Amor

La defensa de los intereses mexicanos se identifica con la conducción de una política exterior que tiene objetivos claros y precisos. En la crisis de Iraq, esos objetivos incluyen afianzar la cooperación internacional en el combate al terrorismo; cimentar la autoridad y legitimidad de las Naciones Unidas; asegurar la eficacia de las resoluciones del Consejo de Seguridad; desarmar a Iraq, suprimir las armas químicas y biológicas en su poder, eliminar misiles prohibidos, y frustrar todo intento que implique convertir a Bagdad en potencia nuclear; implantar un estricto régimen de fiscalizaciones, con inspectores impidiendo que Iraq se constituya en una amenaza para la seguridad regional o internacional; fortalecer los servicios de inteligencia para cancelar transferencias de armamento de destrucción masiva a organizaciones terroristas; impulsar estrategias de resolución de conflictos de alto riesgo, como la crisis ancestral entre Israel, Palestina y los países árabes, o la confrontación entre la India y Paquistán; y, por supuesto, instalar mecanismos multilaterales eficaces para suprimir la proliferación de armamento de destrucción masiva y el inmoral tráfico de armas convencionales.

La protección de otros intereses mexicanos fundamentales es también imperativo: el respeto al principio de legitimidad y de legalidad, el amparo de los derechos humanos y la salvaguarda de los valores éticos, tan despreciados por quien prefiere la opción de tragar camote. De esta suerte, la aristotélica recta razón, el interés nacional, los principios constitucionales, la historia y el futuro de nuestra política exterior, la función de México en el sistema internacional, la auto-estima de un gobierno y la respetabilidad de una nación, obligan a contrarrestar riesgos potenciales con argumentos fundados en el sentido común y apoyados en una diplomacia inteligente. No debemos aceptar la falsa disyuntiva de tener que escoger entre una política de principios o una política de intereses. Perseguir crudamente unos intereses sin ubicarlos en el contexto más amplio de los fines generales del Estado, y sin asociarlos con una ética política, puede conducir a posturas cínicas. Formular principios abstractos, sin una íntima vinculación al conjunto de intereses que es esencial proteger, invitaría a una lamentable ingenuidad política. Encontrar una simbiosis entre principios e intereses es el objetivo central. Con Estados Unidos compartimos una comunidad de fortunas, pero no en todos los casos, necesaria y automáticamente, una comunidad de intereses. Un país de desarrollo intermedio no tiene intereses estratégico-militares, como sí los tiene una...

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