BENCHMARK / Tener siempre la razón

AutorJorge A. Meléndez Ruiz

Hace unos meses presencié una escena muuuy peculiar entre dos analistas a los que se invitó para debatir sobre el clásico entre Tigres y Rayados en la final del futbol mexicano.

Dos personalidades conocidas y con amplia experiencia. Bueno, pues antes de pasar al estudio empezaron a discutir. Ufff, esos "rounds de sombra" fueron tan álgidos que casi se cancela el evento.

Uno intentaba convencer al otro con estadísticas y el otro pedía que respetaran los tiempos al hablar. "¿Así vas a estar? Mejor ni debatimos", dijo uno. "¿De veras estás enojado?", respondió el otro.

Los ánimos se caldearon tanto que uno dijo: "Mejor me voy". Y, como berrinche en el patio del kínder, se levantó y se fue. El apurado moderador corrió tras del enojado, al que convenció de regresar.

Buscando calmar las aguas les sugerí 2 cosas. Primera, dejen hablar y escuchen. Y segunda, no busquen convencer al otro de que tienen la razón: "que el espectador decida".

Total, el debate se realizó... y fue todo un éxito. Pero el intercambio me dejó pensando sobre cómo el buscar tener siempre la razón genera pleitos y evita se discutan ideas para encontrar mejores opciones. Algo muy perjudicial.

Vivimos en una era donde todos tienen la razón. Por eso hay tantos diálogos de sordos entre políticos. Insultos, peleas y demagogia que no llevan a ningún lado.

Ah, y en las empresas no pasa tanto sólo porque la jerarquía marca la pauta: el jefe decide.

¿Sabe qué? Esta tendencia tiene un nombre científico: realismo ingenuo, un término bien definido por el autor Tim Harford en el Financial Times: "Es el sentimiento seductor de que observamos al mundo como es en realidad, sin el menor sesgo o error".

El profesor de Stanford Lee Ross (coautor del libro "El más sabio del cuarto") explica el origen de este mal: "Los humanos entendemos que las opiniones de OTROS han sido influenciadas por sus experiencias y dogmas. Sin embargo, no reconocemos los sesgos que afectan NUESTRAS creencias".

Ciertamente, una idea seductora... y peligrosa: yo soy razonable y si tú no estás de acuerdo conmigo, eres un idiota.

¿Qué hacer? En corto, ponerse en los zapatos del otro y ser abogado del diablo con el razonamiento propio. Cinco recomendaciones:

  1. Poner por escrito la postura del contrario. OJO, por escrito. Verbalizar ayuda a entender argumentos distintos.

  2. Contestar con detalle: ¿qué podría estar mal con mi propuesta? Otra vez, por escrito. Ah, y por lo menos, encuentre 5 aspectos débiles. ¿Hoja en blanco...

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