Belleza petrificada

AutorJosé Arrieta

FOTOS: ROBERTO ANTILLÓN

ENVIADOS

OAXACA.- Más de una hora de trayecto desde la ciudad de Oaxaca y días de conversaciones han hecho su efecto: estamos ansiosos por llegar a ese paraíso, replicado mil veces en Instagram y contado de varias formas por escritores más o menos entusiastas. Hay que conservar, en un rincón de la maleta, un poco de desesperanza: matar al sueño para que no muera, como aconsejaría el poeta catalán Carles Riba.

Hierve el Agua no es grande. Visto desde la cima de la peña que hace las veces de estacionamiento, parece poco impactante: dos pozas de agua turquesa que no se perciben debido a la neblina. El día no ha despuntado aún. Incluso los puestos que ofrecen quesadillas, cervezas y antojitos, están cerrados. Aquí el encanto radica en la paciencia.

Al final del sendero que lleva hacia las pozas, un árbol emerge como si se tratara de la cinta "Sacrificio" del cineasta soviético Andrey Tarkovski: el aire se torna más cristalino y el paisaje cambia de forma radical, convirtiéndose todo en una metáfora onírica.

"El agua está fría, lo de que hierve nomás lo lleva en el nombre", dice Crescencio, uno de los jóvenes guardias comunitarios.

Basta dar unos pasos hasta el origen del agua para ver que sus borbotones, los mismos desde hace miles de años, hacen pensar justo en una caldera hirviente. De la misma forma, las filtraciones del vital líquido, rico en sales minerales, hacen que en el suelo aparezcan vetas de un rojo intenso, como si de venas expuestas se tratara.

Un árbol sólo y seco da un aspecto desolado pero atractivo a la primera poza. Hay quienes se animan a echarse un chapuzón. Otros optamos por mirar, por inmortalizar el momento, y no ceder al lugar común de la...

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