Todo el azul del hielo

AutorHaydé Murakami

EL CALAFATE, Argentina.- Un día el papá de Elsa dijo: "Cuando muera no estén tristes, porque yo he visto mucho mundo".

Ella comprendió finalmente a qué se refería cuando se encontró por primera vez con el glaciar Perito Moreno.

"Lloré mucho, y pensé: ya me puedo morir", recuerda.

Estas historias, que sólo puede prometer la naturaleza, animan a miles cada año a viajar hasta este preciado rincón argentino.

Ahora Elsa, originaria de Buenos Aires, pero perdidamente enamorada de la región, se dedica todos los días de la temporada alta a contagiar su pasión trabajando como guía de turistas.

El camino de 80 kilómetros se hace muy corto esta mañana entre el paisaje de la estepa que desfila por las ventanas del pequeño autobús, el mate al que los recién iniciados intentamos tomarle el gusto sin quemarnos, y la conversación de nuestra guía.

Siempre con la vista del Lago Argentino de ese color tan particular que le dan las aguas de los glaciares que lo alimentan (y que nadie pasa de largo mientras aterriza el avión), el paisaje andino patagónico interrumpe la estepa poco antes de llegar al Parque Nacional Los Glaciares.

Ahora todo es montañas y bosque. Los camiones se detienen en un mirador desde donde se puede ver la parte norte del glaciar a lo lejos, y los turistas gastan sus cámaras y mejores poses en frenéticos clics, sin saber que esa belleza es lo menos que está esperando más adelante.

Más allá del azul imposible, la textura de las lenguas glaciarias no se parece a ningún otro hielo, quizás, cuenta Elsa, porque está vivo: "ahora lo verán", advierte.

La prueba viene en seguida. Navegamos a unos 300 metros de la pared de más 50 metros de alto, que...

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