Aventuras democráticas

AutorRafael Segovia

Nos encontramos constantemente con una propaganda sorda, machacona, aburrida sobre la democracia y sus beneficios. Las mayorías tienen siempre la razón. Cuando de millones de hombres y de votos se trata podemos estar convencidos de que la felicidad está a la vuelta de la esquina.

El desempleo, el hambre, el miedo, todo eso va a desaparecer como por ensalmo.

Para creer en tanta belleza debemos evitar las páginas interiores de los periódicos e incluso los noticieros de televisión, donde todo se disuelve en guerras, genocidios y revoluciones sangrientas.

En algunos casos basta con los fraudes electorales, que empiezan a mostrarse de manera especial donde nos aseguraron que la democracia había llegado para quedarse.

Perú y Venezuela al parecer quieren desmentir este optimismo. No necesitan recurrir a las armas pero han dado con procedimientos que anulan con una facilidad sorprendente eso que ahora -y antes también- se llama la voluntad popular.

En el caso peruano, Alberto Fujimori recurre al aparato del Estado para imponerse sobre un candidato carente de partido, improvisado, capaz, pese a todos los inconvenientes, de recoger una parte importante aunque incuantificable del voto popular.

Frente a críticas y descalificaciones se enfrenta a la opinión pública internacional, desafía a una de las organizaciones más desacreditadas del mundo -la OEA- seguro de que los Estados Unidos no van a recurrir a sus buenos oficios para justificar una invasión.

El Presidente peruano sabe también que la superpotencia mundial buscará entenderse con él con tal de que haga unas cuantas concesiones, más formales que reales.

Venezuela y Ecuador no son modelos de democracia pero tampoco están gobernados por los clásicos militares del Cono Sur, capaces de una violencia raras veces vista hasta hace dos décadas en Latinoamérica.

Cinismo pues en todo el mundo, en todos los continentes, practicado por los países más avanzados para quienes los expeditos métodos utilizados para liquidar a Sendero Luminoso eran no sólo justificables, sino necesarios por tratarse de un peligro maoísta y condenables si Milosevic los practicaba sobre los kosovares.

En Sierra Leona los habitantes pueden asesinarse unos a otros con la mayor tranquilidad ante la mirada impávida de los paracaidistas ingleses, sin necesidad, como en el caso de Yugoeslavia, de enviar la aviación a machacar a una de las partes. Dos pesos y dos medidas, jamás aplicados a Arabia Saudita a pesar de algunas exageraciones de...

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