El arte de obsequiar

AutorOfelia Pérez-Sepúlveda

Aparecen envueltos en brillantes papeles. Ofrecerlos y aceptarlos es un arte. Y es también a través del arte como podemos desentrañar las múltiples maneras en que el hombre ha pretendido hacerse presente a través de ellos.

Publicidad y afecto

Aunque el regalo es un intercambio antiquísimo, es hasta la era contemporánea cuando su esencia queda diluida frente a complicadas estrategias de comercios y empresas que trabajan con un propósito: incrementar sus ventas, generando para ello la implacable necesidad de dar, y posicionando para tal fin a figuras religiosas como íconos de marketing.

Fue en 1931 cuando un ilustrador de la Coca Cola creó a Santa Clos, a partir de San Nicolás: un obispo del siglo 4 de quien se conocen pocas cosas, entre éstas que regaló una dote a la hija de un mercader en bancarrota y que alimentó a una población durante dos años.

Para extender el efecto de los regalos más allá de la infancia, los adultos que vivimos en la era globalizada no necesariamente abarrotamos las plazas comerciales: basta una operación electrónica, comprar un vale de regalo, entregar dinero en efectivo o pedirle a un subalterno que se encargue de esa delicada y personalísima labor.

Claro que hay de regalos a regalos.

Están los monumentales, como la Estatua de la Libertad, obsequiada por el pueblo francés al estadounidense en 1884, o la Nueva Ópera de Copenhague, a cargo del naviero y multimillonario Marsk McKinney Moller, estimada en 438 millones de dólares.

Están también aquellos que representan un riesgo para la honorabilidad profesional y sobre los cuales empresas y gobiernos advierten en sus manuales organizacionales o códigos de ética.

Los presentes y los dioses

En el mundo de la mitología los regalos son un instrumento de educación moral: los dioses los utilizan para premiar o castigar a los mortales.

Tal es el caso del Caballo de Troya, una estrategia militar cuya idea cede Atenea, la diosa de la sabiduría, a Ulises, aunque en realidad fue a Prilis, el hijo de Hermes.

O el Fuego, un don que no le estaba permitido a Prometeo ofrecer a los humanos, y que desata la furia de Zeus; o la Caja de Pandora, regalo de bodas -novia incluida- a Epimeteo, hermano de Prometeo, y de cuyo interior escapan -según la mayoría de las versiones- los males que aquejan a la humanidad.

En otra latitud y en otro tiempo, otros regalos han sido determinantes, como el tributo de que los caciques le entregan a Hernán Cortés, 20 esclavas, entre ellas a Malintzin, mujer a...

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