Armonioso destino en Oriente

AutorJessica Castañeda

ENVIADA

SEÚL.- Aquí siempre hay una fiesta.

Ya sea en un parque público donde toca una orquesta cualquier día de la semana; en un colorido templo budista en el que cualquiera es bienvenido o en una mesa en la que el bibimbap, el kim-chi y el makgeolli son los protagonistas.

En cada rincón del País (de 100 mil kilómetros cuadrados, en el que habitan cerca de 45 millones de coreanos) y especialmente en la capital, se respira y se ve una comunidad viva y que recibe a cualquier visitante no sólo con los brazos sino con la mente abierta también.

Es difícil entender el idioma, sin embargo, excepto por contados choferes de taxi o dependientes de algunas tiendas, todos están dispuestos a descifrar lo que el visitante desea expresar con manoteos y gesticulaciones.

Es más, hay quienes se acercan a ti en el metro para preguntarte si necesitas ayuda de algún tipo, quizá algo raro en América o en cualquier otro continente, pero, al parecer, común en Corea del Sur.

El primer paso hacia la cultura coreana lo puedes dar en el avión.

Si viajas por Korean Air, la experiencia te irá dando una probada de lo que verás una vez que llegues al Aeropuerto Internacional de Incheon, el que da servicio a Seúl.

Pero lo avanzado no deja atrás los tradicionales modales de los coreanos, que llenos de amabilidad y con una ligera reverencia saludan a los visitantes.

Una vez con los pies en la península, tus ojos te darán otro paseo por su modernidad.

La Ciudad mezcla rascacielos, tecnología y arquitectura contemporánea con los templos tradicionales budistas, con calles donde se respira el olor a ginseng y con palacios como el de la dinastía Joseon, distribuidos en medio del ajetreo de la capital coreana, en la que viven 10 millones de personas.

Los interesados en lo último de la tecnología, antes de parar en un museo deben hacerlo en el edificio Samsung D'Light, el centro público de información de Samsung Electronics, una de las más fuertes empresas coreanas en todo el mundo.

Las paredes de vidrio y los tres pisos inspirados en luz, tierra y agua, además de darle un espacio a la tecnología, recuerdan que el medio ambiente debe ser respetado.

Aquí todo puede tocarse y probarse, así que sus 12 mil visitantes anuales se dan vuelo no sólo con los monitores gigantes, los productos virtuales y las cámaras, sino con artículos que aún no se han creado, pero que prometen cambiar la medicina, las relaciones y la vida del planeta para siempre.

Ahí están la futura smart silver, que...

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