Andrés Clariond Rangel / Educar en tiempos de odio

AutorAndrés Clariond Rangel

"Éramos muchos y parió la abuela", "Llovió sobre mojado", "De Guatemala a guatepeor", "Saltó del sartén al fuego". Es tan difícil encontrar las palabras para describir lo que actualmente sucede a nuestro alrededor que no es mala idea empezar a recurrir a los dichos. Noticia negativa tras noticia negativa tras noticia negativa en los planos internacional, nacional y local.

Es innegable que el planeta y nuestro País han pasado por épocas terribles, pero quizá en aquel entonces lo lento de las comunicaciones y la ausencia de las redes sociales abonó a la tranquilidad humana en algunas latitudes.

¿Qué tanto y qué tan rápido se enteraban los regiomontanos de las atrocidades durante la Segunda Guerra Mundial? Hoy en día el internet y el WhatsApp nos permiten conocer detalles de un atentado en Europa a las pocas horas de cometido o reproducir casi en tiempo real un ataque a balazos en una escuela de la localidad.

Los que somos padres nos debatimos entre tener hijos informados y alargar su estancia en el paraíso de la infancia. No concuerdo con quienes aíslan a los menores de edad de las conversaciones de los adultos ni con aquellos que creen que a los niños sólo les interesa hablar de futbol y a los adolescentes de los ligues. Es muy triste entrar a un restaurante y contar las mesas con niños cuyos papás optaron por silenciar con un iPad para tener una agradable plática de pareja sin eventualidades.

Sin embargo, los últimos acontecimientos no son materia fácil de tratar con alguien que apenas se asoma a la vida. A lo mejor vicia mi opinión un recuerdo infantil impactante. Corría el año de 1986 en un Monterrey plácido y seguro, una ciudad incapaz de adivinar la vorágine de sangre que la bañaría dos décadas después. Eran tiempos en los que la lectura de las páginas de seguridad pública de los periódicos locales era una actividad amena e incluso chusca, nada comparado al desfile de calamidades que es ahora.

En medio de aquella pradera sin grietas se abrió un cráter: un niño de mi edad fue secuestrado y asesinado en Monterrey. Una noticia que causó tal impresión en mí que a 30 años de ocurrida soy capaz de reproducirla con lujo de detalles. A posteriori puedo decir que de haber podido hubiera evitado enterarme.

Por eso cuando tras el tiroteo de la semana pasada en el Colegio Americano del Noreste escuché a padres de familia decir que le iban a contar a su hijo(a) de 8 años lo que pasó, pensé "¿y como para qué?". Supongo que los motiva el miedo a que...

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