Alma Vegetal

AutorDulce María González

En mitad de la selva, en la más oscura noche de los grandes árboles, rodeado del húmedo silencio esparcido por las vastas hojas del banano silvestre, conoció el Gaviero el miedo de sus miserias más secretas, el pavor de un gran vacío que le acechaba tras sus años llenos de historias y de paisajes. Toda la noche permaneció el Gaviero en dolorosa vigilia, esperando, temiendo el derrumbe de su ser, su naufragio en las gigantes aguas de la demencia.

Alvaro Mutis

Bajo la lucidez extrema de la tarde voy curando

el corazón mientras el árbol, su aroma. Rumores

cruzan las persianas de esta hora nueva que pregunta

el sentido de las horas.

Me he extendido hacia el misterio del árbol, alma

vegetal para salvarme, sus ramas oscuras abrazando

mi alma he penetrado la savia, el numen.

Pensando que jamás podría ser sin esas hojas

la curva de sus ramas, alas de un arcángel bondadoso

que me protegía del sol.

Y llegó la noche vacía porque no era sino la mujer

que observa el árbol. Incapaz de entender el movimiento

ser desde aquí para mirarlo y decir he ahí el árbol

he aquí la mujer.

He soñado las metamorfosis de Ovidio, la ninfa

que extendió sus plantas hacia las raíces, y bajó

profundo hasta beber el agua subterránea. He sido

ese monstruo, esa amalgama de ser otro. Olvido

del ser para encontrar en la hoja el descanso, el verde

alivio.

He sido la mujer que se queda en el ojo, en el reflejo

del árbol sobre la húmeda retina. Y se cree la mujer

una curva de rama dibujada, una rama hecha ojo

hecha mujer de tanto penetrar la curva, las horas del

descanso bajo el árbol, el...

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