Adultos: De vuelta a las aulas

AutorJorge Alberto García y María Silva

Ya sea para realizarse como profesionistas, acumular más grados académicos o realizar un sueño inconcluso, estos mayores retoman los libros

DEL HOGAR AL PUPITRE

En séptimo semestre de Derecho en la UANL, Laura González Ávila de Treviño, tras criar a su familia, quiere ayudar a la sociedad

Jorge Alberto García

Nadie tiene un lugar asignado dentro del salón, pero Laura González Ávila de Treviño siempre encuentra un pupitre en la primera fila enfrente del pizarrón. Nadie osa sentarse ahí.

"Ya saben que éste es mi lugar", dice riendo esta mujer de 60 años que no los aparenta, gracias a su jovialidad y desenvoltura al hablar. Ella estudia el séptimo semestre de la licenciatura en Derecho en la UANL.

Para Laura volver al aula es materializar un sueño inacabado: siempre quiso estudiar esta carrera en la Máxima Casa de Estudios, pero su padre se lo prohibió al afirmar que no era lo adecuado para una mujer.

"En aquel entonces obedecías. Ahora entiendo que no era una carrera adecuada por las circunstancias de entonces: me hubieran tocado las broncas por la autonomía de los 70 en la UANL" recuerda.

En vez de ello, entró a la UDEM a estudiar Economía y se graduó en 1975, pero conservó intacto su deseo: ejerció poco tiempo su profesión, se casó y se dedicó al hogar.

Años después acudía seguido a juegos de futbol americano entre los Osos de FIME, donde jugaba su hijo mayor, y las Lechuzas de Leyes.

"Le decía a mi esposo que algún día iba a estar sentada del lado de los de Leyes", menciona.

Finalmente hizo válida su promesa y a finales de 2011, esta ama de casa se acercó a la Facultad de Derecho para presentar el examen de admisión.

Contó con el apoyo incondicional de su esposo, Ricardo Treviño, y el de sus hijos: Laura Mónica de 29, Ricardo, de 27 y Manuel de 25.

"Me fui al Ave María con las preguntas de ese examen porque de computación no sabía nada y de matemáticas menos, pero entré", dice Laura, quien padece diabetes.

Desde el primer día de clases se ganó el aprecio de sus compañeros gracias a su vivacidad, la cual confiesa siempre ha mantenido desde su juventud.

"De la facultad a la parada del camión no cargo mi mochila, siempre alguno de los muchachos o las niñas me ayudan y de tecnología, sólo sabía escribir en la computadora, pero no archivar o guardar correos.

"Pero alguien siempre se ofrecía: yo le mandaba mi tarea en Word y me hacía la presentación en Power Point. Todavía me falta por aprender, pero he avanzado", reconoce.

Confundida frecuentemente por profesora en el plantel, Laura encuentra una diferencia importante con los estudiantes de ayer y hoy: los de ahora leen menos y están más enfocados en los gadgets.

"Dejan todo para última hora. Si me encargan un trabajo que es para dos semanas, yo al día siguiente ya lo estoy haciendo y me pongo a investigar. Éstos no, un día antes la empiezan a hacer", afirma...

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