Adolfo Aguilar Zinser/ Las encuestas

AutorAdolfo Aguilar Zinser

La política moderna ha incorporado ya a las encuestas de opinión como un factor fundamental para orientar el comportamiento de los gobernantes. Las oficinas públicas en varios países y de manera muy acentuada en las democracias occidentales, cuentan hoy con equipos y especialistas para el levantamiento, diseño e interpretación de encuestas para escuchar las voces de los ciudadanos.

En algunos casos, estos sondeos constituyen la bitácora de vuelo conforme a la cual los gobernantes trazan su ruta. Es sano que las encuestas sean un ingrediente de los procesos democráticos. La sabiduría popular debe ser siempre un punto de orientación para la toma de decisiones.

No obstante, la opinión pública puede, en determinados casos, entrar en contradicción con las razones de un gobierno y con la ejecución de programas que si bien impopulares han de ser necesarios y beneficiosos para la sociedad, sobre todo a largo plazo. Es por ello que debemos preguntarnos cuándo los deseos de la mayoría de los ciudadanos encuestados son señales inequívocas para la toma de decisiones y cuándo no. Ese es uno de los grandes dilemas que enfrentan actualmente las democracias modernas.

Actuar en contra de la opinión pública puede resultarle fatal a un gobierno, pero ejecutar o abstenerse de una acción sólo porque las encuestas de opinión son favorables o desfavorables puede también causar consecuencias adversas.

Este dilema no es de fácil solución. Por un lado, una opinión mayoritaria manifiesta de manera sostenida y abrumadora respecto a un asunto de gran interés público puede ser la demostración de una voluntad colectiva difícil de contrariar y la expresión de un sentimiento público bien arraigado, genuino y certero.

Por otro lado, sin embargo, una corriente de opinión con una intensa inclinación en las encuestas pudiera ser producto de percepciones generales, prejuicios o actitudes inducidas por la propaganda o la desinformación.

Las actuales circunstancias internacionales colocan principalmente a Estados Unidos y a los países europeos frente al dilema de actuar o no de acuerdo al sentir de los ciudadanos. En efecto, durante las últimas semanas, la opinión pública mundial se ha manifestado crecientemente contraria al uso de la fuerza en el caso de Iraq y en particular adversa a una acción unilateral que no haya sido ponderada y decidida en el marco de las Naciones Unidas.

En Estados Unidos, país en donde el apoyo a la guerra contra Iraq es lógicamente el más alto dado los...

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