Acabó la fiesta

The Economist

"The party is over" ("La fiesta acabó"). Desde que apareció el libro de David Broder con este título en 1971, los partidos políticos parecen haber entrado en un declive terminal en Estados Unidos. Las últimas semanas de cualquier campaña electoral parecen centrarse especialmente en quienes no pertenecen a ningún bando.

El debate de la semana pasada en Boston mostró a Bush y Gore en su normal y atropellada persecución de votantes indecisos, aquellos quienes rehúsan identificarse con uno de los dos principales partidos o quienes cambian de uno a otro con tanta frecuencia que hace que cualquier etiqueta carezca de sentido.

En estados como California, donde se permite a los posibles votantes registrarse como independientes, un número cada vez mayor de personas lo ha hecho (la cifra más reciente en California es de aproximadamente uno de cada seis). Y, realmente, la evidencia que se extrae de las urnas apunta en la dirección opuesta: los estadounidenses son en realidad más partidistas que antes.

Desde las votaciones de 1952, la Universidad de Michigan ha encuestado a las electores para indagar con qué partido se identifican y cuán satisfechos están con su elección.

Mientras tanto, la porción de votantes que se describe como independientes muestra el mismo patrón, pero a la inversa, multiplicándose por más de dos de 1952 a 1976 hasta llegar al 16 por ciento, para volver a caer a casi 9 por ciento en 1996.

La única evidencia real de un cada vez menor partidismo es que el número de personas que se autodenominan independientes, "inclinándose" hacia un partido u otro, se ha incrementado ligeramente. Esto tiene su importancia, pero no de la forma en...

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