Abel Quezada (1920-1991): Mucho más que un caricaturista

AutorJosé Carlos Mández

En la esquina oriente/ sur de las calles Vallarta y Matamoros, según anotó él, hace 80 años el 13 de diciembre nació Abel Quezada, el mejor caricaturista político que ha habido en México.

El mejor, no sólo por su estilo personalísimo, sino porque Quezada fue más que un cartonista: un editorialista que reflexionó sobre el "sistema" político mexicano (del PRI), sobre cuestiones sociales y sobre el mexicano como tal, que se valió de la caricatura, del cartón, como el medio para expresar su visión crítica.

"El humor fue mi recurso. El más importante medio que pude usar para comunicarme con la gente. Jamás hice un chiste. El humor está en todas partes menos en los chistes. El humor es apenas un medio. Tan sólo un toque. Un grano de sal en una idea, en la exposición de una idea", dijo Quezada en una entrevista concedida cuando se retiraba de la actividad periodística.

Esta es la clave de su estilo: su concepción del humor "como un grano de sal en una idea, en la exposición de una idea". Quizá por eso su estilo requería de la combinación de texto y dibujo, una mezcla perfectamente equilibrada en la que el uno no funcionaba sin el otro.

Por décadas, Quezada fue desentrañando la esencia del "sistema", la ontología de la "familia revolucionaria". Señaló, caracterizó y denunció a sus personajes, sus vicios, injusticias y crímenes, sus mecanismos, su retórica, su cinismo, su evolución, su habilidad camaleónica. En otras palabras, a la épica de la Revolución Mexicana Quezada opuso una antiépica que tiene mucho de la picaresca española del Siglo de Oro pero desde una perspectiva mexicana.

Y lo hizo tan bien, con tanta precisión y agudeza, que hoy, después de lo ocurrido en las elecciones del 2 de julio de 2000 -que acabaron con 70 años de imposición ininterrumpida de gobiernos del PRI-, la obra política de Quezada añade una nueva lectura a las varias que ya ofrecía su obra: la de una galería de personajes y situaciones que hoy pueden verse como historia, como las variedades de una especie en proceso de extinción, como un museo que, gracias al humor, no invita a la venganza o a la revancha, sino a la reflexión sobre lo que hay que extirpar y no permitir que vuelva a repetirse.

Por esto tan sólo vale la pena recordar hoy a Quezada, en el 80 aniversario de su nacimiento, y por ello valdría la pena que en su natal Monterrey se hiciera una exposición de sus obras como las que se han hecho en la ciudad de México. Quienes conocimos sus cartones cuando aparecían...

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