Sin Licencia/ Por 15 pesos y un bote de agua

AutorAique Fernández

Está sentado en una de las mesas en mitad de la estación de autobuses de Morelia. Me ve dar vueltas de un extremo a otro de la sala como es mi costumbre cuando busco algo que sé que está ahí -en este caso, una taquilla para saber cuándo voy a regresar a Monterrey-, pero que el sueño acumulado del viaje no me permite ver. En una de las pasadas por delante de su mesa me llama.

"Joven. Eh, joven. Perdone, ¿no es usted de Uruapan?".

Me detengo y miro a quien me interpela. Es un hombre de constitución fuerte, pelo blanco corto, pero abundante. De edad indeterminada, sólo me atrevería a decir que es mayor de 60 años. Sus ojillos interrogantes lucen tan cansados y tristes que olvido mi búsqueda para responder.

Pide perdón por la confusión, pero no se amilana. Me cuenta que pasó mucho tiempo en Uruapan y que se llama Fernando Cortés. El apellido despierta en mí la duda imbécil del día: "¿Será descendiente del infamado conquistador?".

El hombre, viendo que estaba dormido y con cara de estupidez (producto de la preguntita), me invita a sentarme a su mesa vacía, tan sólo adornada por los restos de un banquete cafeteril.

Allí es el contarme sus múltiples andanzas y desventuras: su esposa le había corrido de casa y no tenía más familia. Había estado vagando por toda la República, viviendo de las limosnas y durmiendo en todos los albergues mexicanos habidos y por haber (de todos había sido arrojado, por límite de tiempo, no una ni dos veces).

Mi siguiente pregunta fue formulada en voz alta. No era mucho más inteligente que la primera, pero me atreví porque era coherente con la plática.

-¿Y su jubilación?

"Perdí los papeles en el terremoto y los abogados me piden 3 millones de pesos para arreglar la papelería".

El pobre diablo, fui informado, había perdido los papeles en el terremoto que asoló el DF en 1985 -poco antes del desahucio marital- y unos abogados querían abrirlo en canal y comerse sus entrañas. Producto de todo eso, 15 años de vagar coronan sus bien disimulados 80 años, así como mi segunda duda zonza del día: "¿Será ésta una venganza no intestinal de Moctezuma contra el apellido Cortés?".

Dudas aparte, de lo que sí estoy convencido es de que, ya sea por lo increíble de las situaciones o por las capacidades inventivas y narrativas de los naturales, este país nunca va a dejar de sorprenderme.

Ese pensamiento surgió a los 5 minutos de dejar atrás al simpático anciano, lo cual me preocupa porque prueba que puedo sacar conclusiones válidas a 5...

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