Ximena Peredo / Partidofóbicos

AutorXimena Peredo

Coincido con el Senador Pablo Gómez cuando escribe que el fenómeno del apartidismo suele extenderse en sociedades precariamente democráticas. Cuando el saqueo y la infidelidad al mandato son sistemáticos los partidos políticos no funcionan. Así de simple. Las negociaciones a espaldas de la ciudadanía, el chapulineo, el patrocinio de grandes capitales anónimos, junto al dedazo y al corporativismo que anidan en su interior, constituye a los partidos políticos como fuente del problema, y no como solución.

Cada vez es más difícil sostener las ficciones que mantienen este sistema que llamamos democracia, y del que todos debemos estar muy orgullosos, aunque jamás sea tomada en cuenta nuestra opinión en los asuntos públicos. Defendemos este sistema de representación con gran entusiasmo, aunque nos ha quedado claro que quien llega al poder ni siquiera se representa así mismo, sino a la élite que se esconde detrás. El sistema democrático no sólo en México, sino en todo el mundo, necesita ser actualizado, tal como se actualizan los sistemas operativos en nuestras computadoras.

En este texto que cito del Senador Gómez, titulado: "Apartidismo, apoliticismo" (publicado en su página de internet), me llama la atención que el autor salga en defensa de los partidos desmintiendo a los comentaristas que tratamos al Poder Legislativo como si fuera "unipartidista, sin distinguir la posición que asume cada grupo parlamentario frente a cada problema legislativo". Hay niveles, quiere decir don Pablo, y tiene razón, aunque el Senador omite hablar de lo profundo: la descaracterización ideológica de los partidos.

Los partidos políticos mexicanos son indefendibles. En reiteradas ocasiones ha quedado manifiesto que se comportan como cárteles, en su acepción menos conocida: acuerdo formal entre empresas con el fin de cerrar o reducir la entrada a competidores. Sus actitudes monopólicas son más monárquicas que republicanas y, sin embargo, seguimos pensando que su existencia es vital para la vida democrática del País.

Nuestro patrimonio democrático se reduce a un sistema de ingeniería electoral vapuleado y en grave crisis de legitimidad, pero sumamente caro (para el 2012 el IFE pide 16 mil millones de...

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