¡Premiados y magistrales!

AutorCarlos A. Martínez

No es fácil imaginar que existe una tenue línea entre lo clásico y lo rockero, lo estridente y lo pastoral, lo bello y lo abigarrado. No lo es quizá hasta antes de escuchar un concierto de la Premiata Forneria Marconi.

Con su carga de rock progresivo, que de manera natural provoca en escasos 6 minutos un roce fluido de la guitarra eléctrica con el bajo retumbante, de la mano de un piano reposado y el violín que recuerda a los clásicos de siglos atrás, la PFM plantó los pies a ambos lados de esa línea y entregó un set de temas que condensaron la energía, la calma, lo sublime y lo experimental.

La Premiata cristalizó la noche del miércoles el más loco sueño de sus fans: además de que fue para muchos casi increíble verlos ahí encima del tablado del Auditorio San Pedro, la banda ofreció un regalo que pocos artistas tienen en mente cuando ejecutan un set en vivo: regalar a sus seguidores la oportunidad de escuchar los temas más queridos.

El grupo italiano interpretó lo más representativo de su carrera de tres décadas, centrándose en lo eleborado en la primera mitad de los años 70, cuando eran unos jóvenes de larga melena (bueno, dos de ellos lo siguen siendo) que llamaron la atención del mundo, de tal manera que fueron los primeros en situarse en listas de popularidad mundiales como Melody Maker o Billboard.

Gracias a una labor casi de hormiga para llevar a cabo este inédito evento en Monterrey de parte de los organizadores Movimiento Actual y CEDIM Escuela de Diseño, el Auditorio San Pedro lució tres cuartas partes lleno, lo cual auguró desde el inicio una óptima interacción entre la venerable banda y su audiencia.

Aunque esto no se logró del todo, por el desconocimiento casi masivo sobre los italianos (si bien la PFM son los reyes del progre italiano, éste no se colocó nunca a la cabeza de las listas en Estados Unidos o México, a diferencia de lo que ocurrió con países de Europa y Japón en los años 70), la velada fue transcurriendo con curvas de intensidad.

Los que se comportaron a la altura fueron los propios rockeros. Franz di Cioccio, en la batería y las voces, estuvo energético como siempre, yendo de aquí a allá por el escenario, trepándose en las enormes bocinas, y dejando el alma en canciones como "Maestro della Voce" o "Suonare, Suonare", ambos temas representativos del tránsito del grupo de lo progre hacia lo comercial.

Flavio Premoli en los teclados se...

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