Vivir sin libertad

AutorMarcela García Machuca

Fotos: Juan Antonio Sosa

Éste es el lugar de las dobles verdades.

La primera sensación al llegar al área femenina del Penal Estatal del Topo Chico es mucho mejor que su estereotipo de reclusorio antiguo, al menos hoy es suficientemente limpio para andarlo sin contener la respiración, las celadoras parecen agradables, y el ambiente en los ambulatorios se ve bastante relajado.

"Ahí va un hombre, señoras", sin más, la celadora avisa que va a pasar alguien para que se incorporen o se cubran.

Los ambulatorios, esas celdas con rejas para cuatro reclusas con dos literas de concreto, son el corazón de la cárcel. Si no están en los talleres, oficios o maquiladoras, pasan mucho tiempo en ellos. La cama, un colchón delgado, y la "cabecera" hacen una especie de altar personal con muñecos, fotografías y tarjetas, el único sitio que les pertenece de todo este penal de 318 reclusas vigiladas por unas 10 celadoras, su domicilio conocido.

Para algunas internas, el visitante es bienvenido, no sólo acceden a ser fotografiadas, sino que posan; a otras les molesta. Si uno tiene finta de "licenciado", no tardan en acercarse para contar su caso y pedir ayuda: no falta quien entregue una carta quejándose de maltrato, y que no vaya la directora del sistema carcelario estatal, y ex titular de derechos humanos, Ninfa Delia Domínguez, porque como abejas al panal, la rodean para hacerle sus peticiones.

Aparentemente, lo más pesado de este lugar, es comprar lo necesario...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR