Una vida en la fe

AutorMaría Luisa Medellín

El sacerdote oficia la misa y Salvador escucha piadoso en su habitación, a través de la pantalla del televisor.

A diario recibe también la Eucaristía: las hostias se las traen de la capilla de esta apacible casa de retiro, rodeada de majestuosas montañas, al poniente de la Ciudad.

A sus 95 años, el lasallista menudo y de ojillos vivaces, mejor conocido como "El Hermano Mayor" o "El Inspector Pérez", sigue en contacto con la comunidad a la que ha entregado casi ocho décadas de su existencia.

Aunque la separación es física por sus dificultades para caminar, su pensamiento y ánimo aún palpitan en ella.

Con frecuencia graba reflexiones espirituales en video que llegarán luego a las aulas o a las reuniones de alumnos y ex alumnos del Instituto Regiomontano Chepevera, así como de las generaciones de los colegios Cristóbal Colón y Simón Bolívar, en la capital del País, de las que conserva gratos recuerdos.

"Todavía el año pasado que podía ir en silla de ruedas al Regiomontano visitaba cada clase para ofrecer pequeñas charlas, o fábulas a los más pequeños. Me veían y me decían: 'cuéntanos un cuento', y yo les contestaba: 'no uno, dos les voy a contar'; se divertían mucho", narra desde el sillón reclinable de piel color tabaco donde descansa.

De rostro afable y cabello albo peinado por un lado, Salvador Pérez Orozco, dedicado a la docencia, a la promoción vocacional y a la coordinación de primaria y secundaria hasta los 90, recibe más de una veintena de llamadas y visitas al día.

Hay quienes lo buscan para pedirle un consejo, como Martha González, quien hace unos 20 años atravesaba por un proceso de divorcio, y desde entonces lo visita.

"A mí me recomendaron que fuera con él, y la verdad es que con sus palabras volví a recobrar la paz que no había tenido en mucho tiempo. Sabe sacar lo mejor de las personas en los momentos de mayor adversidad".

Otros van a saludarlo o simplemente a escucharlo, porque es buen orador. Sus hermanos lasallistas suelen llamarlo "Pico de Oro".

De hecho, él fue designado para transmitir en español, por Radio Vaticano, la ceremonia de canonización del lasallista Miguel Febres Cordero, proclamado santo por Juan Pablo II, el 21 de octubre de 1984, y también para animar a la gente que esperaba a Juan Pablo II frente al balcón del Colegio La Florida, en su primera visita a la Ciudad de México, en enero de 1979.

"Fui el primero en recibirlo y darle un abrazo", sonríe con satisfacción.

1 De mente lúcida y ágil, parece un niño...

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