Veraneo invernal

AutorFlorencia Podestá

Las Leñas, en Argentina, es el centro de esquí más prestigioso de Sudamérica (y a decir de muchos, también el más "fresa").

En este viaje descubrimos que tiene otro rostro igualmente apasionante que no necesariamente implica esquiar.

Para los esquiadores más fanáticos, se trata de la opción número uno cuando en el norte es verano y ya no es posible esquiar, ya que Las Leñas es reconocido como el centro de esquí más moderno del hemisferio sur, también lugar de entrenamiento de los principales equipos de copa de mundo de esquí alpino.

En cuanto a los esquiadores de Sudamérica, para quienes Las Leñas queda a la vuelta de la esquina, es la primera opción en la lista, no sólo por su esquí de alto nivel, sino también por su escena social y nocturna llena de celebridades, modelos y gente del espectáculo y el deporte.

En los 80, una empresa hizo un estudio a fondo de la cordillera con el objetivo de encontrar "el" valle para construir un resort de esquí único. Lo encontraron: un valle de altura, un área inhóspita de rocas, nieve y cielo azul.

En este valle silencioso se construyó entonces el conjunto de spas y hoteles de lujo, muy cerca de donde ocurrió el famoso accidente aéreo de los jugadores de rugby uruguayos, que dio lugar a la película "Viven".

Pero finalmente, ¿por qué es tan especial Las Leñas? En primer lugar, por sus largas temporadas de esquí; gracias a su clima seco, latitud y altitud (entre 2 mil 500 y 3 mil 500 metros), Las Leñas acumula grandes cantidades de nieve que dura hasta seis meses.

En segundo lugar figura la posibilidad de salir esquiando del hotel, sin necesidad de traslados cargando el equipo.

Y, finalmente, es irresistible por su superficie esquiable, que parece infinita. Además de las 30 pistas y diferentes niveles de complejidad, Las Leñas ofrece el mejor esquí "fuera de pista", con un total de 17 mil 500 hectáreas esquiables.

La telesilla "Marte", que sube a las pistas más difíciles y a varios "fuera de pista", es la favorita por varias razones. Con una inclinación inverosímil que corta el aliento, volamos hacia la cima del cerro.

Cada ráfaga de viento levanta la nieve polvo abajo, como si fuera arena. Ya bajando de la silla aparece el panorama que antes quedaba oculto por los cerros. Muy lejos del glamour de los hoteles y de las discotecas llenas de famosos, se extiende hasta el horizonte un desierto blanco, sublime y terrible, desolado y salvaje.

Monolitos de piedra brotan de hondonadas y valles de nieve inmaculada...

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