El título de un libro ¿Principio o fin?

AutorSilvia Isabel Gámez

EL NORTE/ MEXICO

Ernest Hemingway, al terminar una novela, hacía una larga lista de títulos, a veces más de 100, y los iba eliminando hasta dar con el definitivo; tachaba tantos que llegaba a quedarse sin ninguno.

Algo que nunca le ha ocurrido al escritor checo Milan Kundera, quien considera a sus títulos intercambiables. Cada una de sus novelas, dijo en 1983, cuando aún concedía entrevistas, podría llamarse lo mismo "La insoportable levedad del ser" que "La broma".

Pocas cosas son tan importantes como el título de un libro para un escritor, pero son escasas las ocasiones en que se reflexiona sobre su génesis. Para Heinrich B"ll, su alumbramiento era difícil, un nombre que se iba transformando a medida que el texto avanzaba, mientras que el colombiano R.H. Moreno-Durán dice no poder comenzar una obra hasta que lo ha definido.

"Son como la voz de una mujer. Oírla me predispone: si su tono es pausado, sedante, con ronquera. Si no tengo el título, me demoraré años en escribir, no por manía o capricho, sino por una verdad bíblica: 'sólo existe lo que se nombra'".

Moreno-Durán alerta contra los títulos "gratuitos, antipáticos, rebuscados o chatos". "Aunque García Márquez es un afortunado registrador de títulos, hay algo que no me cuaja en "Cien años de soledad", una obra maravillosa, al contrario de "La sombra del ciprés es alargada", de José María Gironella, una mala novela con un buen título".

Los títulos nacen, dice el chileno Ariel Dorfman, por "milagro", una afirmación que difícilmente compartiría Gustavo Sainz, quien al principio de su carrera revisaba estadísticamente qué títulos y autores se vendían más para favorecer la suerte de sus decisiones.

"Mi primera novela pasó de llamarse 'Conejo extraordinario' a 'Los perros jóvenes', y finalmente le puse 'Gazapo'. Cuando escribo necesito tener ya el título; me hace falta para roturar la carpeta o el archivo electrónico. Me sentiría perdido si no lo tuviera".

Una escritora que recurrió a la poesía fue Marguerite Yourcenar, quien tomó el título de "¿Qué? La eternidad" de un verso de Rimbaud, mientras que "Archivos del norte" fue convertido para su edición inglesa en "Blowing in the wind" (Flotando en el viento), la primera línea de una canción de Bob Dylan.

"Es difícil encontrar el título apropiado para un libro", declaró la autora de novela policiaca P.D. James en 1994, quien recordaba con humor la génesis de 'Sangre inocente' : "El título original era 'Lazos de sangre', pero descubrimos que...

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