DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / País de jóvenes

AutorCatón

A la señorita Peripalda, catequista, la reforma fiscal la golpeó en forma particularmente dura. Aunque vivía sola -"No tengo padre ni madre, ni perrito que me ladre", solía decir con sonrisa triste-, lo que ganaba como encargada del catecismo era muy poco. Y es que la parroquia del Padre Arsilio era igual de pobre. Las escasas obvenciones y limosnas apenas alcanzaban para el sostenimiento del buen sacerdote, y para dar la aportación mensual que el Obispo requería para sus frecuentes viajes promocionales a la capital y al extranjero. Cuando sobrevino la reforma, y los precios se dispararon, la señorita Peripalda se dio cuenta de que sólo tendría para hacer dos comidas diarias, ya no las tres a que estaba acostumbrada. Pero a nadie le falta Dios, dice el refrán. Se le ocurrió una idea que de seguro remediaría su necesidad. La pequeña casa en que vivía, herencia de sus padres, tenía en el fondo un corral. Ahí, pensó la piadosa célibe, criaría gallinas, y con la venta de su producto se ayudaría. Porque es de saberse que la señorita Peripalda no decía "huevos". Eso le parecía vulgaridad insoportable, por las connotaciones que el término evocaba. La voz "blanquillos" le parecía también plebea. Entonces, cuando compraba huevos, pedía "producto de gallina". Tampoco, por igual motivo, usaba la palabra "chorizo": decía "uno tras otro". Y con las prendas de vestir era lo mismo. Para hablar del brassiere decía "portadós", y al referirse a los calzones empleaba un curioso voquible: "los indispensables". A la bacinica la llamaba "el tibor", y cuando rezaba el rosario cambiaba la frase "antes del parto, durante el parto y después del parto" por la expresión "antes del éste, durante el éste y después del éste", porque el vocablo "parto" le parecía impropio para los labios y los oídos de una señorita. Como se ve, la vida de la piadosa catequista estaba gobernada por eufemismos. Fue entonces a una granja cercana y le pidió al granjero que le vendiera 10 gallinas y 10 gallos, pues -le dijo- quería producir en su casa "producto de gallina". "Señorita -le indicó el hombre-, no necesita usted comprar un gallo para cada gallina. Para diez gallinas con un gallo tiene". "¡Ah no! -protestó con vehemencia...

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