Tendencia ofensiva

AutorIvis Aburto

Sean Payton y Jim Caldwell comparten la misma filosofía: atacar a discreción y por todos los medios necesarios.

Ambos entrenadores en jefe llegaron al mismo tiempo a su primera aparición en un Súper Tazón, pero lo hicieron por caminos diametralmente opuestos.

Payton llegó en 2006 a Nueva Orleans para darle a los Santos la es vtabilidad necesaria e incluso, mantener sus operaciones en la misma ciudad, ante los rumores de su mudanza.

Mientras, Caldwell se convirtió en 2009 en entrenador en jefe de unos Potros de Indianápolis que si algo predican es equilibrio y solidez.

Para los Santos fue necesario adquirir una figura innovadora que le diera un giro a su historia como equipo hazmerreír de la NFL y que, además, tuvo que lidiar con la incertidumbre creada por un desastre de nombre Huracán Katrina.

"Tenía mis dudas, sobre todo por lo sucedido con (el huracán) Katrina y la incertidumbre sobre el regreso del equipo a esta ciudad", reconoció Payton en entrevista con el diario "The Times-Picayune", en relación a la oferta de trabajo en Nueva Orleans.

"Me convencí por las metas del equipo, las del dueño (Tom Benson). Todo comienza con la gente y en la confianza que pongan en uno".

La confianza pagó dividendos rápido. Payton revivió a los Santos y a la ciudad de Nueva Orleans con todo y su gente al conseguir el viaje a la Final de la NFC en su primer año al frente del equipo.

El salto definitivo se convirtió entonces en sólo una cuestión de tiempo.

En Indianápolis la historia es similar en cuanto al aspecto de la confianza, porque con el retiro de Tony Dungy tras la temporada 2008-09, sólo había que buscar al relevo que mantuviera la estabilidad que el ex coach le inyectó a la franquicia durante siete años, periodo en el que la convirtió en uno de los equipos más ganadores de la NFL.

Caldwell, con una personalidad de bajo perfil y protagonismo, similar a la de Dungy, creada quizá por sus ocho años de trabajar bajo su mando con los Potros, era el indicado.

"Quizá sea un poco más emotivo que Tony. En ocho años nunca escuché a Tony alzar la voz. Quizá yo lo haga a...

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