Sergio Elías Gutiérrez/ ¡De prisa, de prisa!

AutorSergio Elías Gutiérrez

Hace algunos años, el cineasta español Carlos Saura hizo una película que provocó un cambio en la visión que las autoridades francesas tienen sobre la censura cinematográfica.

En los pórticos de los cines en París, a finales de los ochenta, se exhibía un desplegado con la resolución de las autoridades parisinas que alertaban a los padres sobre los riesgos de que sus hijos adolescentes asistieran a verla. Según las autoridades, la historia del filme de Saura podía estimular en los jóvenes actitudes frente a la vida que desembocarían en conductas antisociales para ellos y para la sociedad, dado que mostraban el éxito fácil de una pareja de jóvenes.

La historia, según recuerdo, es más o menos la siguiente: Una pequeña farmacia de un suburbio madrileño es asaltada a mano armada por un joven de los suburbios citadinos. La dependienta, una bella muchacha del mismo origen, se deslumbra por el arrojo del asaltante y decide unirse a él.

Lo que sigue es una corta pero intensa historia de amor aderezada con una gran dosis de aventuras. La joven pareja se dedicó a asaltar pequeños negocios; las ganancias obtenidas las gastaban en disfrutar de la buena vida y el joven se dedicaba a complacer el menor deseo de la bella jovencita: ropa de buena calidad, buenos restaurantes, pequeños lujos, y hasta les alcanzó para comprar un pequeño departamento que convirtieron en su morada amorosa. Lo máximo fue comprar un pequeño automóvil que les dio oportunidad de viajar y hasta conocer el mar que ninguno de los dos conocía.

La película era una especie de "Bonnie & Clyde" versión española, sólo que más orientada al amor y al disfrute de la buena vida, con menos violencia y derramamiento de sangre que la película americana. Se mostraba la visión idílica de la vida fácil y rápida por la que optaron muchos jóvenes españoles de la sociedad posfranquista, como lo hicieron muchos jóvenes rusos y en general de Europa del este tras la caída del socialismo real.

Saura no quizó darle un final feliz a la película. La joven pareja murió en un enfrentamiento con la polícia en pleno disfrute de la vida. Antes, sólo habían conocido la pobreza urbana, la desintegración y la violencia familiar, y la falta de oportunidades de empleo bien remunerado por no contar con las herramientas que para ellos exige el mundo moderno, como el inglés y las computadoras que ofrece el candidato del PRI.

La moraleja -a la manera Saura- a simple vista pudiera ser: el que la hace la paga. ¿Qué le hubiera...

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