Sergio Aguayo / Garza y Poiré

AutorSergio Aguayo

Tiempos aciagos para críticos y disidentes. El Gobierno de Felipe Calderón y sus aliados coquetean con la tentación autoritaria de imponer su versión sobre la guerra al narco.

En los altos círculos están convencidos de ir ganando la guerra. Su fracaso, piensan, está en la forma de comunicarlo. La mejor forma de que acallaran las críticas sería apropiarse del método cartesiano y recurrir a la razón y la evidencia. Pues no. Lo más común ha sido la indiferencia frente a los hechos que los contradicen, y a últimas fechas están cayendo en la tentación de intimidar a quienes cuestionan su visión del mundo.

Alejandro Poiré Romero es un joven de 39 años con historial académico impresionante y capacidad para dialogar con los diversos. Harvard y el ITAM, sin embargo, no lo prepararon para rechazar los nombramientos peligrosos. Ya le dio un raspón a su historial al convertirse, en mayo de 2009, en subsecretario de Gobernación para ¡Población, Migración y Asuntos Religiosos!, temas bastante alejados de su historial. Lógicamente, en lugar de meter orden en el corrupto Instituto Nacional de Migración o aprenderse los nombres de los obispos que integran el Episcopado Mexicano se dedicó a asesorar políticamente al Presidente e impulsó -sin éxito- la cédula de identidad. En agosto pasado fue ungido como secretario técnico del Consejo Nacional de Seguridad y como vocero del Presidente para esos temas. Los derrapones son frecuentes.

Don Alejo Garza era un ganadero en Tamaulipas. Los llamados Zetas le exigieron su rancho; se negó y prefirió morir defendiendo lo suyo. Él solo enfrentó a 30 sicarios, mató a cuatro e hirió a dos antes de exhalar el último suspiro. Su gesta cautivó al País y al mundo durante varios días porque toca la esencia del Estado. Dicen los clásicos de la ciencia política que en el pacto social los gobernados aceptan someterse a los gobernantes porque éstos proporcionan seguridad. ¿Cumple el gigantesco aparato estatal mexicano con ese requisito mínimo? Don Alejo obsequió a las autoridades una oportunidad para lanzar un mensaje coherente, convincente, cartesiano, que combatiera la tentación ciudadana de armarse para enfrentar la barbarie.

No lo hicieron. Fracasarán aquellas mentes cándidas que busquen pronunciamientos o noticias sobre el caso del ganadero en las páginas de la Presidencia, Gobernación, Defensa Nacional...

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