Rosaura Barahona / Siete horas

AutorRosaura Barahona

Aunque no hablaré sobre la Ley de la Familia mayoriteada por los panistas, me da gusto que el Gobernador la haya vetado.

Y pasemos a las siete horas. Algunas de las cosas que no soporto son: Julio Iglesias cantando, secarme con una toalla húmeda, caminar sobre azúcar, tomar un picaporte lleno de melcocha, acostarme en una cama sin tender, las aglomeraciones y hacer fila.

Siempre digo que ni loca voy a Estados Unidos por carretera cerca de la Navidad. Las filas en el puente y las tiendas reventando me alteran. Por eso, entre el viernes y el sábado pagué mis pecados (que son muy pocos) y me salieron debiendo. Y por eso nunca debemos decir: "De esta agua no beberé".

El viernes quisimos asistir al funeral de alguien querido en Laredo. Nos aconsejaron llegar al puente alrededor de las 2 de la tarde cuando el tránsito fluye más rápidamente. En efecto, cruzamos en sólo una hora. Y digo "sólo" con intención.

Durante el viaje vimos muchísimas camionetas, vagonetas, pick ups y remolques en dirección a Monterrey. Me puse a contarlos y en 15 minutos llegué a 500. Lo dejé por la paz.

Estuvimos en la funeraria tres horas y decidimos regresar para evitar la noche. Nos advirtieron tomar el Puente I, dado que en el II revisan las rebosantes camionetas de los paisanos. Nos recordaron que ya sólo se puede acceder al Puente I por la calle Santa María y hacia ahí nos dirigimos.

Los semáforos estaban sincronizados para el flujo vehicular normal y la larga fila no avanzaba: cuando se ponía verde para nosotros, los carros de la siguiente cuadra tenían rojo. Llegaba el verde para ellos y nosotros teníamos rojo. De las laterales salían más carros y se integraban a la fila, de modo que la marabunta mecánica se inmovilizó sin que apareciera un agente de tránsito para controlar el caos.

La calle en la que desemboca Santa María y lleva al puente acepta vehículos de poniente a oriente. Ellos avanzaban, pero quienes veníamos de norte a sur, no. Al llegar al puente, descubrimos que sólo tres casetas de pago estaban abiertas.

Cruzar al puente fue normal, a pesar de lo agobiante, pero al llegar a México sólo había una caseta abierta para declarar y una para no declarar. Tres carriles se convertían en uno. Al salir nos topamos con mucha gente caminando que impedía a los autos avanzar. Ni un agente a la vista.

Nos tomó...

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