Rosaura Barahona / Plebeyos de verdad

AutorRosaura Barahona

Mi inteligencia se resiste a aceptar que, en el 2011, haya en el mundo quien aún crea en los aristócratas y plebeyos. Como muñequitos de opereta barata, los mal llamados representantes de la realeza se exhibieron como espectadores o corifeos mientras el inútil Guillermo, junto al inútil Enrique, a su inútil papá y a los todavía más inútiles parientes aceptaban a la pobre plebeya (los 50 millones de euros de sus papis no le dan nobleza) como esposa de su, tal vez, futuro rey.

No me ocuparé del numerito de la boda porque no lo vi y, además, sería un desperdicio de tiempo y energía, pero sí me detendré un poco en los conceptos de aristocracia y nobleza.

Si usted recuerda, el concepto de aristocracia tiene un origen confuso. Por un lado, el aristos, griego, significa el mejor en cualquier actividad, el más bravo y valiente; aristeia significa superioridad y valentía y aristokratía es el gobierno de los mejores, de los más poderosos, pero también el de los más llenos de virtudes y honestos. (Ajá.)

Ahí empieza la confusión de los términos; se supone que la última parte habla no de habilidades físicas ni intelectuales, sino de virtudes, y entra el campo de lo moral. Para distinguir a los aristócratas (más valientes) de los más virtuosos se acuñó el término nobleza que hoy se usa como sinónimo de aristocracia, sin serlo.

Echarle un ojo a la evolución de esos conceptos es aprender cómo han cambiado desde Herodoto, Aristóteles, Platón y una serie de pensadores que pasan por Roma, la Edad Media y el Renacimiento hasta la Modernidad.

A través de mecanismos interesantes de analizar, los supuestos aristócratas convencieron a los habitantes del pueblo de que tenían el poder económico, político y religioso porque lo merecían, ya que sus virtudes eran superiores a las de los plebeyos (débiles, ignorantes e innobles) y eso les daba el derecho a gobernarlos.

Para entonces los aristócratas y los nobles, que de nobleza tienen poco, habían decidido que ambas cosas se heredaban, así que usted y yo, no nacidos en una de sus cunas, nacimos para ser mandados, ordenados, usados y castigados de acuerdo a lo que nuestros superiores (otro ajá) decidan.

En rigor, un plebeyo (del latín plebs, plebis) es una persona ruda, grosera y burda que se comporta de manera indebida en sociedad por su falta de...

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