Rosaura Barahona / Complicidad necesaria

AutorRosaura Barahona

Ayer, mi querido Felipe Díaz Garza escribió un artículo muy interesante sobre la aplicación de los recursos asignados a cultura por el nuevo gobierno de Natividad González Parás.

Me parece, como a muchos regiomontanos, que la señal del Gobierno es clara y positiva: nos interesa la cultura. La pregunta es cuántos regiomontanos opinamos lo mismo.

¿Se es un país del primer mundo, entre otras cosas, como resultado del nivel cultural del pueblo o el alto nivel cultural del pueblo se da porque se vive en un país del primer mundo?

Discutir sobre cultura es estar dispuesto a enredarse en un tema muy polémico. A partir de la definición y tomando la dirección que usted guste, nos toparemos, siempre, con ideas y posiciones no sólo diferentes, sino antagónicas.

Quizá los choques más claros se den entre quienes piensan que la cultura es algo prescindible y quienes pensamos que no lo es; entre quienes consideran que sólo la cultura elitista lo es y quienes consideramos que las culturas populares son tan valiosas como la otra.

En México nos falta establecer esa complicidad entre quienes luchan por crear espacios y situaciones que nos enriquezcan a todos y los habitantes de estos rumbos (y de otros similares) que no quieren saber nada del asunto.

En alguna ocasión he comentado que la cultura no se impone. Es decir, no podemos esperar a que el adolescente lo sea para, de sopetón, obligarlo a ir a los museos y ordenarle que disfrute de algo que le resultará desconocido y lejano en muchos casos.

Si los sermoneamos porque no van a la Cineteca, a la Pinacoteca, a los museos, a los conciertos o a la biblioteca, terminamos por condicionarlos a escuchar con un oído y a dejar que nuestras palabras salgan por el otro, sin dejar rastro alguno en su cerebro.

La lectura es cultura y lo mismo sucede con ella. Muchos maestros se quejan, con amargura, de que sus alumnos no leen, pero son incapaces de reconocer que ellos tampoco lo hacen.

Mas si su colegio tiene un programa de lectura sólido y organiza sistemáticamente visitas a diversas salas, autores o museos, los residuos de estas experiencias transforman, poco a poco, a los educandos y éstos empiezan a ser cultos sin darse cuenta y sin renunciar al juego o la vida juvenil.

En uno de los colegios que me toca visitar, presencié una clase de arte en preescolar. El clima era agradable, de manera que la maestra sacó a los niños al jardín. Entre todos cargaron sus mesitas y sus sillas y ella puso, sobre un atril bajito, un...

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