Rogelio Ríos / ¿Quiénes somos?

AutorRogelio Ríos

Mi manera de gritar ¡Viva México! y celebrar con júbilo el inminente bicentenario de la lucha por la Independencia es preguntarme ¿quiénes somos los mexicanos?, ¿un pueblo libre o un pueblo vasallo después de siglos de luchas y revoluciones?

¿Somos una sola nación o los "Many Mexicos" de Lesly B. Simpson? ¿Un México razonablemente civilizado y maduro o el "México Bárbaro" de John Kenneth Turner? ¿Los "hijos de la tierra que tiembla" de Eric Wolf o aún el "México Insurgente" de John Reed?

No es una pregunta retórica ni un ejercicio de escritorio, y ya no está con nosotros Germán Dehesa para ayudarnos a dilucidar la cuestión bajo la aguda mirada que paseaba sobre los "tenochcas". No, nada de eso. Es una reflexión que llena de angustia a cualquiera que la emprenda en vista del "laberinto de la inseguridad", parafraseando a Octavio Paz, y otros laberintos de desigualdades abismales que en el 2010 tienen, literalmente, postrado a nuestro País.

La Patria que celebramos en septiembre es para muchos mexicanos, tristemente, una palabra vacía. Se las han arrancado de las manos en la sangre de sus seres queridos asesinados por los delincuentes. Se las han llevado lejos, más allá de las fronteras, la falta de oportunidades y la carencia de esperanzas de que acá, en su propio suelo, encuentren una vida digna.

Cuando Enrique Florescano escribió que "la política española aseguró la sobrevivencia de la población indígena, pero le confirió un estatuto de tutela permanente... (y) los indígenas fueron considerados vasallos de la Corona y como tales fueron obligados a pagar tributo al soberano", nunca se imaginó que para muchos mexicanos, casi cinco siglos después de la Conquista, el "estatuto" seguiría vigente pagando tributo no a la Corona, sino "piso" al Cártel a cambio de la sobrevivencia.

¿Son las masacres de mexicanos y migrantes extranjeros que se dan desde hace años en el territorio nacional la reminiscencia de los sacrificios humanos de los aztecas? ¿Somos no un cuerno de la abundancia, sino un altar de la muerte?

Aun los mexicanos más desilusionados, los victimados, sin embargo, no quieren junto con el resto de los mexicanos legar esta tierra encendida por la violencia a sus hijos o descendientes, a las generaciones venideras que nos reclamarán por el desastre.

Somos la barbarie, es verdad, pero afortunadamente una parte...

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