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Ríen de la lluvia que no llegó

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Vincent
AutorCésar Cepeda

Las dos parejas de ancianos miran concentrados las imágenes que proyecta el pequeño televisor blanco y negro que está sobre el refrigerador y escuchan con asombro el monólogo del conductor de noticias ("Keith se dirige a Nuevo León a una velocidad de 30 kilómetros por hora con vientos de más de 100 kilómetros por hora") que narra los destrozos que causó el fenómeno en su paso por Tamaulipas.

"¡Ay diosito santo...", se persigna doña Lydia Quevedo al ver la imagen del malecón violentado por la fuerza del huracán.

Su hermano Feliciano mira el techo de lámina de la vivienda, un pequeño tejabán de madera de apenas 2 por 2, que no cuenta con los servicios de agua, gas ni teléfono, donde la cocina, sala y recámara ocupan el mismo espacio.

La luz se la presta un vecino de buena voluntad.

"Hasta ahorita nunca se ha rajado el techito... ojalá que no quede mal esta noche", suplica el hombre que ronda por los 50 años, que trabaja como peón en un rancho.

Es jueves por la noche y estoy en La Teresita, una colonia popular del municipio de Apodaca, enclavada a la orilla -lo separa un terreno baldío del tamaño de un campo de futbol- del desagüe del Arroyo Topo Chico en el Río Pesquería.

Esta colonia, junto con la Nova Apodaca, su vecina inmediata, son consideradas zonas de alto riesgo en municipio en caso de lluvias por su cercanía al Topo Chico.

En 1988, Gilberto provocó la evacuación de todos los habitantes de estas dos colonias, y en 1994, Dolly, hizo lo mismo, pero sólo con los que viven en las partes bajas.

Hoy la amenaza se llama Keith... o Juanita, como han preferido bautizar al huracán estas dos parejas de abuelos para evitar problemas de fonética.

"Es que está muy raro el nombre... mejor Juanita a secas... es más fácil...", se excusa María Alvarez Torres, de 70 años.

Las goteras no son el problema grave para los habitantes de este tejabán.

"Le pongo papelitos y unos botes y ya está", dice Guadalupe Ríos Ramírez, de 67 años, que trabaja en el...

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